El embarcadero de Atocha

Primitivo embarcadero de Atocha en 1851. El edificio del fondo es el actual museo Reina Sofía
 
Cuando se proyectó la primera línea de ferrocarril de Madrid, la que iba a Aranjuez, una de las cuestiones capitales era donde instalar la estación o embarcadero como se llamaba entonces. El lugar tenía que reunir varios requisitos básicos: tenía que estar lo más cerca posible del centro de la ciudad; hasta llegar a la estación la línea tenía que atravesar una zona poco urbanizada para evitar costosos y largos procesos de expropiación, y no había que salvar grandes desniveles. Encontraron un lugar adecuado en Atocha.
 
Sucede con la industria lo que con las revoluciones, Asi como estas ponen en evidencia á personas oscuras, así aquella dá importancia á sitios en que antes nadie reparaba. No hay nada que poco ha fuese mas humilde que el sitio en que se ha construido el embarcadero y nace el ferro-carril. La ley de los niveles le señaló por tristísima cuna juntó á la puerta de Atocha, un campo de hortaliza, regado por un arroyuelo, cuyas aguas se niegan á toda descripción. Allí no se asomaba nadie, y ahora irá todo el mundo.
Eco literario de Europa. 1851, n.º 2, página 78
 
La línea de Madrid á Aranjuez, partirá desde un punto situado á 150 varas de la puerta de Atocha, entre el camino de Vallecas y el cerrillo de enfrente, donde se establecerá el embarcadero. Atravesará el arroyo abroñigal por un viaducto dé cinco arcos de medio punto, de 30 pies de diámetro, sostenidos por pilas y estribos de 30 de altura.
El Español, 13/02/1846 
Final del Paseo del Prado. Fuente de la Alcachofa y Puerta de Atocha

Las primeras concesionarias no solo construían las líneas sino también su propia estación en Madrid. Una concesionaria que aspiraba a explotar el ferrocarril de Madrid a Valencia presentó tres posibles localizaciones muy céntricas para su estación.
 
... ha presentado también algunas indicaciones y datos para la construccion del embarcadero de Madrid, entrando por junto á la puerta de Alcalá, ya en el paseo de Recoletos, ya en el convento del Carmen Descalzo [calle de Alcalá], ya por último en la misma Puerta del Sol.
El Heraldo, 15/03/1846
 
Las empresas que aspiraban a una concesión tenían un plazo para presentar un detallado proyecto técnico, un plan económico que mostrase la viabilidad del proyecto y demostrar que disponían de la suficiente financiación obtenida mediante la emisión de acciones. Transcurrido el plazo, se les retiraba la concesión si no habían cumplido con los requisitos. Un modesto inversionista escribió a un periódico mostrando su preocupación.
 
Muy señores mios: Cuando no hay número de su apreciable periódico en que dejen de anunciarse nuevos proyectos de caminos de hierro próximos á realizarse, observo con tanto disgusto como pesar que la tan decantada empresa del de Aviles á Leon y Madrid, de la que tantos beneficios nos prometíamos, se ha sepultado, pues que no dá el menor síntoma de vida. Inspirándome la mayor confianza los respetables nombres de los sugetos que en esa figuraban como directores, no titubeé en inscribirme por diez acciones, y pagué por consiguiente 200 reales por cada una, ó sean 2,000 rs. que prevenía el prospecto, sin que hasta ahora se haya vuelto á hablar de tal empresa. Si se ha dado principio á algunos trabajos ¿cómo es que los periódicos, particularmente el de Vds. tan interesado en mejoras materiales, no nos lo dicen? Si, como se asegura, se ha disuelto la compañía ¿por qué no se nos devuelve el dinero depositado?
El Heraldo, 29/07/1846
 
Después de que fuese cancelada una primera concesión de la línea de Aranjuez a la empresa Camino de Hierro de María Cristina, otra empresa impulsada por el marqués de Salamanca se hizo con la concesión y comenzaron las obras.
 
Por fin tenemos la satisfacción de ver que se ha dado principio á los trabajos del ferrocarril que ha de enlazar á Aranjuez con la corte; circunstancia que formará época en los anales mercantiles de la nación, y que será el punto de partida de esos grandes adelantos que nos han de poner al nivel de otras naciones que han hecho mas progresos que nosotros en la carrera de la civilización.
El Heraldo, 07/05/1846 
Puente de los Tres Ojos sobre el arroyo Abroñigal. Actual zona de Entrevías

El revolucionario nuevo sistema de transporte despertaba un gran interés en la gente, así que muchos iban a ver las obras.
 
Es sumamente crecido el número de personas que por las tardes salen por la puerta de Atocha para Ir á ver los trabajos del ferro-carril. Sin duda para que no molesten ni distraigan á los operarios se han puesto guardas á grande distancia de donde se practican las esplanaciones, los cuales impiden que nadie se acerque á presenciar el orden y marcha de los trabajos. Esto daba ayer lugar á que algunas personas se quejasen de semejante medida, que no permite satisfacer la curiosidad de que van animados todos los que emprenden el paseo con aquel objeto, y mucho mas la de algunos que van creyendo encontrar ya las máquinas y waghones en movimiento.
El Heraldo, 14/05/1846
 
Pero a pesar de haber comenzado las obras todavía había que salvar un inconveniente. El proyectado embarcadero de Atocha no estaba realmente dentro de la ciudad, sino fuera de la "muralla" o cerca de Felipe IV. Para entrar en la ciudad había que pasar por la Puerta de Atocha, un fielato donde había que pagar un impuesto por las mercancías que se introducían en Madrid. No se consideró conveniente hacer pasar a través de esa estrecha puerta a todos los viajeros y carruajes atraídos por la estación, así que parte de la cerca y la puerta se trasladaron más al sur, frente al comienzo del actual Paseo de Santa María de la Cabeza, y se pensó reformar urbanísticamente toda la zona, aunque finalmente no se realizó.
 
Sabemos que ya está aprobado por el gobierno el proyecto de ensanchar la población de Madrid por la parte de Atocha, y que en su consecuencia principiarán muy pronto las obras para llevarlo á cabo. La puerta de este nombre y toda la tapia que sigue hasta el cuartel de Inválidos desaparecerá. La nueva muralla partirá desde la esquina esterior del hospital [actual museo Reina Sofía] hasta la ronda por detrás del referido cuartel. El hospital quedará dentro de la población, asi como el embarcadero del camino de hierro de Aranjuez, y todo el terreno agregado se embellecerá con preciosas casas y amenos paseos. El cerrillo de San Blas y parte de las alturas del Botánico se desmontarán y se formará una cómoda subida al Observatorio por medio de rampas, cuyo desnivel no esceda de un seis por ciento. Es pues de esperar que aquella parte de Madrid sea dentro de poco tiempo la mas agradable, y por lo tanto la mas concurrida á las horas de paseo.
El Heraldo, 23/03/1850 
Puerta de Atocha y cerca de Felipe IV en 1831 según la maqueta de León Gil de Palacio. Museo de Historia

En 1850 terminaron las obras de la línea y se inició la construcción del embarcadero que contaba con un andén para salidas y otro para llegadas.
 
Éntrase por la fachada principal en un espacioso átrio en donde se encuentran á la vez los despachos de billetes para viajeros y el de equipajes: desde aqui marchando sobre la izquierda se baja por una anchurosa y cómoda escalera, colocada á mano derecha, á una galería que da paso á las salas de espera. En estas, y con separación de clases según el billete que se hubiese tomado, deben esperar los viajeros el momento en que, abriéndose las puertas que las ponen en comunicación con el anden general ó muelle de embarque, puedan salir á este para ocupar los carruajes que les correspondan. Al frente de este anden hay otro enteramente igual que sirve en la llegada para desembarcadero, desde el cual se pasa al salón de registro y despacho de equipajes, saliendo de aqui por una galería y escalera iguales á las de entrada al átrio del edificio. En el embarcadero propiamente dicho están las vías de entrada y salida, otras de servicio y las plataformas giratorias para carruajes y locomotoras [...] asi como también los retretes á la inglesa independientes para señoras y caballeros.
Manual del ferro-carril de Madrid a Aranjuez. Imprenta del Semanario Pintoresco y de la Ilustración. 1851
 
En noviembre comenzaron los viajes de ensayo, con gran expectación entre el público que acudió a verlo.
 
Ayer se corrió por primera vez y por via de ensayo la línea desde Aranjuez á Madrid. El numeroso gentío que salió fuera de la puerta de Atocha tenía ya noticia de ese fausto acontecimiento, y las personas mas notables de la corte, que esperaban en el embarcadero la llegada del convoy, presenciaron el justo entusiasmo con que fueron recibidos los señores Salamanca y Miranda. El convoy partió de Aranjuez á las dos y media de la tarde, y terminó su espedicion á las cuatro y media, después de haberse detenido en todas las estaciones, recogiendo en todas ellas nuevos convidados, entre los que se contaban el alcalde de Valdemoro y otras personas de distinción. El convoy se componía de la locomotora, del tender, un waghon de tercera clase y otro de primera, trasportando entre todas unas cuarenta personas.
Cuando se celebre la inauguración del ferro-carril, que tememos que no pueda ser, como se ha dicho, el día 19 del corriente, hablaremos con detención de las obras ejecutadas en la línea, y del lujo de los carruajes, que nada tienen que envidiar á los de Bélgica, país predilecto en esta clase de vías de comunicación.
El Observador, 12/11/1850
 
Aunque para la historia haya quedado el 9 de febrero de 1851 como fecha oficial de inauguración, algunos privilegiados ya habían viajado en esa línea. La reina madre María Cristina debía estar muy impaciente por probar el tren porque tres días después del primer viaje de ensayo ya viajó a Aranjuez.
 
FERRO-CARRIL DE ARANJUEZ. Ayer se verificó verdaderamente la inauguracion de esta línea, según vamos á dar cuenta sucintamente á nuestros lectores. Se nos había dicho que S. M. la Reina y la duquesa de Riánsares tenían dispuesto su viaje á dicho sitio real por el ferro-carril: los preparativos que vimos en la estación de Atocha asi lo demostraban. A las doce del día vimos salir el tren de vanguardia compuesto de una locomotora con su tender y un wagón con repuesto de los útiles que pudieran necesitarse en una avería cualquiera [...] Deseosos de presenciar el regreso, volvimos al anochecer, y vimos á S. M. la Reina que se hallaba esperando á su augusta madre en el anden de la estación: á las seis llegó el tren de vanguardia y cerca de las seis y media el que conducía á doña María Cristina [...] el servicio de la línea se hizo con admirable precisión, habiendo en todo el camino un cordón casi no interrumpido de espectadores maravillado de la celeridad de los trenes [...] La estación de Atocha, asi como todas las inmediaciones, estaba cubierta de un inmenso gentío.
El Clamor Público. 15/11/1850
 
Antes de ayer por la mañana salió un tren de seis coches por el camino de hierro de Aranjuez, en el que iban una porción de señoras que habian sido invitadas por la dirección de la empresa, y á las que se les obsequió en el real sitio con un espléndido almuerzo. Al arrancar el tren de la estación de Madrid, uno de los coches se salió de la vía, ocasionando en el arrastre alguna descompósicion en el camino que al momento fué reparado. Como la maquina no había empezado á andar con celeridad, no tuvo que lamentarse desgracia alguna de este ligero accidente.
El Heraldo, 01/01/1851 
Locomotora Isabel II

Dado que la gente no se hacía una idea clara de la velocidad que alcanzaba el tren, no sabía calcular el tiempo de que disponía para cruzar la vía o apartarse; esto provocó algunos accidentes en los primeros tiempos. Un periódico puso un ejemplo de la velocidad que permitía llegar a Aranjuez con una rapidez desconocida.
 
Según los cálculos de un periódico inglés, un cigarro puro de buena calidad y regular tamaño, encendido en un camino de hierro y marchando el tren con un movimiento regular, corre mientras se consume muy cerca de seis leguas. De manera, que cuando el ferrocarril de Aranjuez esté corriente, encendiendo un buen cigarro al salir del embarcadero de Atocha, casi llegará uno fumando á aquel real sitio.
La Patria, 16/04/1850
 
Lo único que hacemos ahora es recomendar al público que modere su curiosidad , y no se muestre indócil á las justas exigencias de los celadores del ferro-carril. Ayer, como día de prueba, la locomotora enfrenó mucho su velocidad; de otro modo tendríamos que lamentar muchas desgracias por la imprudencia del inmenso gentío que se agolpaba sobre el carril.
El Observador, 12/11/1850
 
El día de la inauguración fue un día de fiesta en Madrid; el tiempo era primaveral y una gran multitud se dirigió a Atocha.
 
La apertura de un camino de hierro es considerada en todos los países como un acontecimiento importantísimo; pero cuando esta vía de comunicación es la primera que parte de la capital de una nación, y casi la única de que tienen que felicitarse el comercio y la industria de un reino, entonces el suceso toma proporciones colosales [...] Desde muy temprano estaba invadida la parte esterior del embarcadero de Madrid por un gentío inmenso, que se agrupaba en todas las cercanías del trozo de camino que arranca de la puerta de Atocha, y en las alturas, que aunque á larga distancia, dominan la vía. El embarcadero se hallaba dispuesto en los términos que marcaba el programa de que fuimos los primeros á dar conocimiento á nuestros lectores. Cubrían las paredes del gran salón que da paso á los andenes del embarcadero, magníficos tapices, guirnaldas y colgaduras encarnadas [...] en iguales términos estaba adornado el interior del embarcadero; en el estremo izquierdo de él se habia colocado un altar para la bendición de las máquinas y del camino y estas y los carruajes estaban preparados en la esplanada que hay frente al edificio.
 
A las once y media, las músicas de la guarnición y una batería colocada frente al hospital general anunciaron la llegada de SS. MM. y AA.; un cuarto de hora después estaban dentro del embarcadero todas las locomotoras, vistosamente adornadas con coronas y flores; acto continuo el señor cardenal arzobispo de Toledo bendijo las máquinas y el camino; concluido este acto ocupó S. M. el suntuosísimo carruaje que se la ha destinado [...] hállase dividido este coche en un saloncito, un gabinete, un retrete y tocador: el salón está tapizado de raso azul celeste con colgaduras de terciopelo del mismo color ricamente bordadas; en los cuatro ángulos hay cuatro preciosos sillones, y en el medio un elegante diván circular [...]
A las doce menos un minuto salia del embarcadero el tren regio, compuesto la máquina Isabel II, un carruage de tercera clase, el coche de S. M., otro magnífico que ocupaban las mesas del senado y del congreso, los ministros y las primeras autoridades civiles, militares y eclesiásticas, y de otros tres coches mas en que iba la servidumbre de las P. R., los accionistas del camino y muchas notabilidades políticas y literarias. Es imposible dar una idea del espectáculo que en este momento ofrecía el embarcadero: la agrupación de todas las locomotoras, encendidas y dispuestas á partir, la de los otros dos trenes que debían seguir al de S. M., la concurrencia escogida que se agolpaba en los andenes, y la multitud inmensa que cubría las alturas del Observatorio, del cerro de san Blas, del camino de Vallecas y todas las tierras cercanas al arroyo Abroñigal, formaban un vastísimo y animado panorama de que no ha habido ejemplo en Madrid: el estampido del cañon, los ecos de las músicas militares y los de los coros del teatro de Oriente que entonaban la marcha real [...]
Escena de la película "El marqués de Salamanca"

La travesía de este tren, en que tuvimos el honor de viajar duró una hora y dos minutos; bien que deben descontarse de este tiempo los dos minutos empleados en una pequeña detención mas allá del puente largo. A la una y un minuto entraba el convoy en el palacio de S. M., pues el señor Salamanca ha querido proporcionar á la reina la ventaja de que pueda apearse desde su coche para poner el pié en la escalera, llevando el ferro-carril desde el embarcadero de Aranjuez hasta el patio mismo del palacio: llenaba también la plazuela principal de este edificio una concurrencia numerosa, y se hallaban formados un piquete de ingenieros con música y bandera y el brillante regimiento de coraceros [...]
 
El señor Salamanca obsequió á los convidados con un abundante y bien servido buffet preparado en la sala de estación de Aranjuez. El día templado y hasta caluroso por la mañana, volvióse desapacible y frio por la tarde, lo cual, unido á lo atrasando de la estación, quitaba todo su atractivo á los jardines; las personas reales salieron sin embargo de palacio en carretelas tiradas por dos caballos, regresando para marchar á las 5 y 10 minutos. Ocupados todos los trenes, el primero entró nuevamente en palacio, para que SS. MM. ocuparan su carruaje, y partió de Aranjuez á las 5 y 17 minutos, en medio de los vivas de la población y de las personas que formaban parte de los trenes segundo y tercero [...]
 
Todas las estaciones de la línea se hallaban adornadas con gusto y las poblaciones enteras de la inmediaciones de la línea aparecían á los lados del camino saludando con victores la inauguración del ferro-carril [...] En Pinto, donde se hizo una larga parada, las demostraciones de júbilo fueron también estremadas. Desde este pueblo hasta Madrid, los centinelas que de corto en corto trecho cubrían el camino, tenían hachas encendidas cuyo resplandor prestaba al viaje algo de fantástico. En el embarcadero de Madrid infinitas luces daban á la llegada del convoy la claridad del dia, y á pesar de lo avanzado de la hora (las ocho y cuarto) y lo frio de la noche, la concurrencia que daba animación á aquel espectáculo realzado por las bandas de música, era numerosa. Así terminó esta magnífica fiesta que debe formar época en la historia de Madrid, y que tan gratos é indelebles recuerdos deja en todos los que la presenciaron.
La Ilustración, 15/02/1851 
Naturalmente, después del día de inauguración el público se volcó en conseguir billetes para la nueva atracción.
 
Una concurrencia numerosa, mas numerosa todavía de lo que permitían los muchos carruajes que tenia dispuestos la empresa del ferro-carril, acudió ayer á la estacion de Madrid ansiosa de esperimentar la grata impresion de un viaja en camino de hierro. Según estaba anunciado, salieron tres espedicíones; a las diez, á las once y a las doce, y en todas ellas se quedaron muchas personas con el sentimiento de no alcanzar billetes, porque los diez carruajes de que constaba cada tren se llenaron por los mas madrugadores ó por los mas esforzados, porque hasta esfuerzos hubo que hacer para lograrlos [...] las pruebas de civilización que dio una parte del pueblo de Pinto, que agolpado al tren que se detuvo no cesó de lanzar sandeces y de burlarse —como es capaz de hacerlo una cuadrilla de idiotas— del ferrocarril y de los viajeros. Afortunadamente encontraron entre estos quien les tratara, de palabra por supuesto, como se merecían, ya que no hubo un alcalde ni autoridad local que impusiera silencio á los que en su crasa ignorancia no saben reconocer los inmensos beneficios que debe reportarles este camino.
El Heraldo, 11/02/1851
 
Había billetes de cuatro clases, desde 20 reales a 4 reales; claro que había una gran diferencia entre la primera clase y la cuarta.
 
Los de primera ó de 20 reales por persona en viaje de Madrid á Aranjuez y vice-versa, admiten 24 viajeros, repartidos en tres compartimentos de á 8 cada uno: están cubiertos y cerrados por los costados con cristales y cortinillas, y tienen unos anchos asientos ó butacas de almohadon de una comodidad, que en nuestro pais, acostumbrado solo á malas sillas de posta y diligencias, es completamente desconocida.
Los carruajes de segunda clase, ó de 14 reales, reciben 32 personas, en cuatro compartimentos de á 8 cada uno; son también cubiertos y cerrados por los costados, y sus asientos, sino tan buenos como los de primera clase, son mucho mas confortables que los que hasta el dia nos han proporcionado las empresas de transporte mejor montadas.
Los de tercera clase, ó de 8 reales, admitirán 40 viajeros en cinco departamentos; están cubiertos por la parte superior, abiertos por los costados, y con asientos ó bancos corridos de tabla.
Los de cuarta clase, ó de cuatro reales, en fin, son wagones semejantes á los del transporte de mercaderías, completamente descubiertos y sin asientos; en ellos se viajará de pié, permitiéndose llevar una carga no muy voluminosa en la cabeza.
La España, 09/01/1851 
Vagón de la Reina

Aunque la mayoría de los viajes se efectuaron sin incidentes, también hubo averías. Una lectora que encontró frustrante su primer viaje lo contó humorísticamente.
 
Entramos en el coche vecino á la máquina, y aguardamos con ansiedad á que sonase el silbato que á las doce en punto debia dar la señal de partir; pero no sonó. Pasaron quince minutos y continuó el silencio. El público que iba en el tren empezó á sacar la cabeza por las portezuelas. Una santa mujer, que no tenia idea alguna de lo que iba á pasar, creía de buena fé, que ya íbamos andando, y manifestaba su admiración de que no se percibiese el movimiento. 
— No te decía yo, le esplícaba á su hija, como es lo mismo que nos contaba el señor francés, estarán VV. andando y no lo creerán.
— Y no lo creo, contestó la niña.
Efectivamente, no era estraño que la niña no lo creyera, porque el público tampoco lo creía. El convoy permanecía en su sitio; el silbato no resonaba ni aun después que pasaron otros quince minutos, y la gente se decidió á echar pié á tierra para ir á averiguar la causa de aquella detención. Las noticias fueron vagas. Unos decían que el rey se habia llevado la máquina Isabel II que debia conducir al público, y que el público no podía marchar. Otros decían que la máquina se habia descompuesto. ¿Quién iba á saber la verdad? El resultado fué que dió la una, y que continuábamos anclados. 
[...]
al fin resonó en el aire un grande alarido. El demonio de la máquina, que no solo no era Isabel II, sino que era anónima, agarró al convoy y se llevó al público arrastrando. Entonces empezó á realizarse la ilusión que yo me habia formado acerca del vapor. Corríamos con tanta rapidez, que parecía la tierra una esfera que giraba sobre sus ejes para presentarnos toda su faz bajo un mismo punto de vista, como si dominando nosotros al mundo, los hombres y los animales, y las plantas que aparecían á un lado y otro del camino fuesen figuras de movimiento colocadas allí para divertirnos. Nada mas gracioso que el rostro de los campesinos al pasar nosotros. Las mulas del arado salían espantadas y ellos aun mas espantados que las mulas no se cuidaban de detenerlas sino de contemplar el espantoso monstruo que atravesaba los campos lanzando temerosos gritos, vomitando llamas y arrastrando su inmensa cola.... Pero esta maravilla cesó bien pronto porque á las dos leguas el locomotor anónimo se detuvo.
[...]
Los revoltosos juraban que aquello no era lo pactado y opinaban que se debian traer los bueyes que estaban por allí arando para agarrarlos al convoy. No faltó quien presentara el proyecto de poner á contribución las fuerzas del público tirando alternativamente medio público del otro medio. Los hubo aun con ideas mas hostiles.... Yo me senté con las señoras sobre la mullida tierra de la zanja hasta ver en qué terminaba aquella escena, no sin echar una mirada de envidia á la labradora que cruzaba sobre su borrico y que seguramente llegaría á Aranjuez antes que nosotros. 
La Ilustración, 15/02/1851
Otro viajero contó su vuelta en un día de carnaval.
 
Al llegar á Valdemoro se descompuso la locomotiva del convoy que nos precedía; no sabemos si por lo que tiene de loca ó por qué. Inmediatamente avisó el telégrafo y tuvimos que detenernos viendo desaparecer el día, cosa que nos hacia poca gracia. Con esta detención se acabó el agua á la máquina como á nosotros la paciencia.
[...] 
la noche estendia sobre nosotros su manto estrellado, y cada cual iba temiendo llegar tarde á sus citas y compromisos. «¿Qué le he de decir á mi mujer, decía un marido escarriado, á quien la he dicho que estaba de guardia en mi oficina?» — «Vaya un apuro, decía una señora, si le estuviera á usted esperando el niño sin mamar desde las nueve de la mañana como á mí, podría V. quejarse» — «pero el niño no la reñirá á V., y mi mujer tiene un genio» ... «¿Pues y yo que llevo encima los billetes de teatro para toda mi familia?» con estas y otras conversaciones dieron las 9 y las 40 y las 11. Entonces comenzaron á gritar como desesperados unos jóvenes que apenas se habían entretenido en comer porque pensaban cenar opíparamente en las máscaras donde tenían sus correspondientes citas. Pero la noche no hacia caso de nuestros compromisos ni de nuestros estómagos ni menos las locomotivas, ni los locomotores. 
La Ilustración, 08/03/1851
 
Una revista de humor publicó una composición sobre el asunto que estaba de moda.
 
¡Aranjuez! Hay tal porfía! / Por Dios que ya es pesadez, / Una y otra y otra vez, / Uno y otro y otro día / Dale que dale á Aranjuez!
Cargado por cierto estoy, / Pues si llego á hablar con mil; / Mil me han de hablar del convoy / del tren, del ferro-carril. / De si vengo ó de si voy.
En todas las ocasiones, / Caigan mal ó caigan bien, / Han de salir los wagones, / Los andenes y estaciones, / La locomotriz y el tren.
Desde el pollo hasta el señor / Que usa calva ó canas peina. / Todos me citan ¡qué horror! / La casa del Labrador, / Y la cuesta de la Reina.
Y habla del puente colgante / El sexo bonito al par. / Que á Aranjuez, si es elegante. / No hay una ya á quien su amante / No haya llevado á almorzar.
Hasta mi abuela, que empieza / A rayar en la chochez. / Porque se le logre reza. / Pues se le entró en la cabeza / El viajecillo á Aranjuez.
Y aunque cuenta, en mi sentir, / Noventa y tres, salvo yerro, / «No me quisiera morir / Me dice siempre, sin ir / En el camino de hierro.»
Y sus biznietos, que son / Diez hembras y ocho varones. / Siempre cual pollos piones / Están con el mismo son: / «¡Papa, papa... los wagones!»
Iremos con la abuelita / Y con usted... ¿no es verdad? / Y en su cristiana humildad / En pro del caso se ajita / Mi tierna y cara mitad.
Y con mil gritos y mil / De noche y á todas horas, / Siempre están ¡voto á San Gil! / Papa... las locomotoras! / Marido... el ferro-carril!
Y mientras mas á mi vez / Yo en decir que no me emperro, / Ellos con mas pesadez / Dale al camino de hierro, / Dale que dale á Aranjuez.
Pero no es solo en mi casa / ¡Voto á la espada del Cid! / Donde lo que cuento pasa; / Pues con diferencia escasa, / Tal pasa en todo Madrid.
Y que me aprieten la nuez, / Lo juro por Santa Eufemia, / Si no pienso que tal vez / No es afán, sino epidemia. / Ese afán de ir á Aranjuez. 
El Enano, 03/03/1851
La zona de mercancías aparece ya cubierta. Foto de Laurent. 1858

Este ferrocarril tuvo un gran éxito y ante la prolongación de la línea hasta Alicante se vio la necesidad de ampliar el embarcadero. En 1857 se prolongaron los edificios existentes y se construyó una nueva entrada lateral que incluía vestibulo, despacho de billetes y buffet.
Embarcadero de Atocha hacia 1870
 
En años sucesivos se fueron construyendo varias instalaciones y edificios alrededor del embarcadero hasta que a finales de la década de los 1880s la antigua estación se derribó y se construyó la gran estación de Mediodía bajo un proyecto del ingeniero y arquitecto Alberto de Palacio.
Construcción de la nueva estación hacia 1889

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