Tiempo de carnaval (II)

Robert Walker Macbeth. On Pleasure Bent, a Street Scene in Madrid during the Carnival
 
De la prohibición oficial hace años se ha pasado a organizar bailes de máscaras hasta para los niños en el mismo Palacio Real.

BAILE DE NIÑOS EN PALACIO. En la noche del domingo 10 se verificó el segundo baile de máscaras que la Reina Doña Isabel ha dado en el palacio, y al que han concurrido sobre unos ciento treinta niños de las principales familias de la capital. La suntuosidad y el brillo han competido con la franqueza y amabilidad con que la augusta Reina Gobernadora agasajaba á los niños, y la benevolencia con que conversaba con los concurrentes. Varios niños de muy corta edad por sí solos se dirigieron á la Reina Gobernadora, y solicitaron el honor de bailar con sus augustas Hijas, distinción que obtuvieron, y que siempre concedía la Reina Madre, cuidando de arreglar y llevar cuenta de los turnos la Excma. Sra. aya de S. M . la marquesa de Santa Cruz. Bailaron con S. M . y A . , entre otros, los hijos de los marqueses de Santa Cruz, de Torrejon, de Malpica, y los de los Sres. Onís, Pita Pizarro, Muñoz Maldonado y Fernandez del Pino, estos dos últimos de apenas seis años de edad. El ambigú fue correspondiente á las circunstancias de la función, en la que se vieron variados y primorosos trages, no obstante la espresa prevención que se hizo en nombre de S. M . á los invitados para que evitasen todo gasto, pues la reunion debia tener un carácter franco y casi familiar. Terminó la función á la una, y cada niño recibió al marchar un primoroso cajoncito de dulces que les distribuyeron los empleados del real ramillete.
El Correo Nacional, 12/02/1839 
Baile de niños . La Ilustración Española de Madrid
 
Pero después de muchos años con los mismos bailes de máscaras, la gente quiere novedades y comienza a pedir los nuevos bailes surgidos en Europa.

En el último baile de máscaras de Villahermosa, á la hora del amanecer, hubo algunos desórdenes causados por cierto número de caballeritos que querían bailar el cancan, contraviniendo á las órdenes de la autoridad cívil que tiene mandado á sus dependientes no toleren semejante baile. Interpelados los cancanistas (en número de unos veinte) por el comisario, señor de Sansernin, que en este acto usó de la mayor prudencia, no hicieron caso ninguno de sus palabras, é insistieron en bailar el cancan. Entonces el comisario, después de consultar al teniente alcalde señor de Laplana, hizo se presentasen en la puerta del salón los agentes de S. P., alguaciles y piquete de la guardia civil que daban el servicio. En vista de que la cosa se iba formalizando, y conociendo que el celador estaba dispuesto á hacer respetar su misión, los cancanistas desistieron de su propósito, pero al poco rato se pronunciaron de nuevo, para que en lugar del cotillón con que debia finalizar él baile, se tocase una Polka. Firmes en su propósito, parece se dirigieron á don Sebastian Iradier, compositor de música y gefe de la orquesta, á fin de que se oyesen los acentos de la apetecida Polka. Intervino el mismo comisario nuevamente, y exigió se concluyera el baile con cotillón, según estaba mandado, y por ser ya la hora de finalizar el baile.
El Español, 24/02/1846

Se introduce una novedad que se extenderá a todos los bailes de máscaras: el juego de la piñata. Se hará tan popular que el baile de Piñata será el que cierre los bailes por carnaval.

Gran Baile de Piñata en el Nuevo Recreo. Dará principio á las once de la noche, y durará hasta el amanecer; será dirijido por un profesor de los de mas fama, y habrá su correspondiente orquesta; estarán bien servidos el ambigú, tocador de señoras, guardarropa, mesa de villar y pieza de juegos permitidos: en uno de los salones habrá dos vistosas piñatas, una de estas se romperá a las dos de la madrugada y la otra al amanecer; siendo esta operación solo para las señoras; los caballeros solo presenciarán esta diversión sin tomar parte en la ejecución: la señora que rompa la piñata con los ojos vendados se la dará el premio de una libra de dulces. No se permite entrar en el salón con armas, bastones, capas, capotes, espuelas ni fumar.—Precio de cada billete 4 rs., que se despachan en el mismo local.
Diario de avisos de Madrid, 17/02/1839

El fin de fiesta para las clases populares sigue siendo el entierro de la sardina, a pesar de que la Iglesia suele mostrar su oposición por considerar que el día de la celebración, el Miércoles de Ceniza, ya forma parte de la Cuaresma.
 
Lánzase el pueblo de Madrid fuera de su recinto, descompuesto el vestido, parte cubierto de harapos, parte vestido de fiesta, dirijese al Canal; allí vá cada uno con su mujer y sus hijos, y su anciano padre, y su perro, y su botita de vino, y su sardina, y su tortilla, y sus naranjas; porque es preciso que la fiesta sea completa. Alli bebe la última gota de su vino, alli come el último bocado de su pan; no le ocurre la idea de que al volver á su casa no encontrará tal vez una cama donde acostarse, un vestido con que cubrirse, un pedazo de leña con que calentarse: no se acuerda de que todo lo ha empeñado, de que todo lo ha vendido. Era preciso disfrutar del Carnaval, era preciso enterrar la sardina; ¿qué importa lo demas?
El Corresponsal, 18/02/1844
Le Monde Illustré. Enterrement traditionnel de la sardine
 
La prensa empieza a reflejar cierto hastío en el público. En las siguientes décadas aparecerán de vez en cuando comentarios sobre la decadencia de los bailes de máscaras, pero éstos, aunque con altibajos, continuarán todavía por mucho tiempo.

¿Por qué van cayendo las máscaras en desuso? ¿Por qué las madres y las hijas, aun las mas dadas al siglo, miran casi con horror á los Orientales y á Villa-hermosa? ¿Por qué los jóvenes llegan al carnaval con indiferencia, se cansan desde el primer dia, y es todo lo mas si se dejan arrastrar por él con hastio y como con remordimiento? ¿Por qué? ¿Es que somos acaso mas sábios? ¿Es que son las hijas mas virtuosas y las madres mas prudentes? — Ah! no! es que hemos sustituido á la orgía pública, á la orgía autorizada por las leyes, la orgía secreta, la orgía que solo está en nosotros prorogar hasta lo infinito. Es que nos gusta tanto la careta de carne que no queremos cubrirla con la de cartón, porque la de cartón finge la mentira, y la de carne finge la verdad [...] ¿Para qué ha de ir á Villa-hermosa la joven que puede engañar á su amante en su misma casa? ¿Para qué la vieja verde que vende su conciencia por un mantón ó un schal, sí en todas partes puede egercer su comercio? ¿Para qué el joven libertino que sabe que no han de salir los colores á su careta diaria por una seducción de serio, seducción que por otra parte no necesita para ser mas posible del vértigo del carnaval? Sí, el carnaval muere, porque debe morir [...] porque ha conseguido que no nos estrañe una nueva careta; porque nos ha infiltrado su vertiginosa saciedad de placeres impúdicos; y porque para nada necesitamos del carnaval nosotros que vestimos de máscara todo el año.
La Ilustración, 09/02/1850

Muhin. Le Dame Masquée

Las máscaras siguen teniendo aceptación; lo que parece que va en desuso son los disfraces tradicionales.

Gracias a la seriedad altamente ridícula de nuestro siglo, va desapareciendo de Madrid la costumbre de asistir con disfraces a los bailes de máscaras [...] Cediendo a las leyes de esa tiranuela y risible  moda, apenas os acordáis ya de que vuestras abuelas volvían locos a sus admiradores cuando se disfrazaban de pastorcitas manchegas, de saladas manolas o de provocativas gitanas. Dichosos tiempos aquellos en que la mujer, llegado que era el Carnaval, adquiría el prestigio de una diosa de la mitología, porque la facultad que tenía de disfrazarse a su antojo hacía de ella un ser infinitamente nuevo, múltiple, ideal ¡Ah! entonces, sumisa bajo el traje de la beata, candorosa y tímida con el velo de la vestal, fresca y lozana, como una rosa de mayo, bajo la saya popular de la aldeana apasionada y bella bajo el rebocillo tentador de las damas de Calderón, y esbelta y heroica bajo el severo jubón de la edad media, entonces, repetimos, la mujer cumplía con su importante misión en los bailes de mascaras. Cubierto el rostro, disimulada la voz, aumentados sus atractivos con el disfraz y autorizada para lucir su ingenio, iba, venia, chillaba, se dejaba ver, observada daba bromas, pedía celos, y prometiendo mucho y no cumpliendo nada, concluía por convertirse en una especie de vision vaga, indefinible, pero audaz, severa, galana, arrebatadora.
Almanaque Literario del Museo Universal para el año 1860, 01 Enero 1860

En 1860 el empresario del Teatro Real anunció que no habría bailes de máscaras, pero la demanda debía ser todavía suficientemente alta porque volvió a organizarlos. Un periódico resume la oferta que había:

El Teatro Real es el mas concurrido el mas lujoso y elegante de los bailes de máscaras. Las gentes del buen tono, el mundo que se apellida fashionable se reúne allí, y mujeres que se avergonzarían de entrar en Capellanes tienen á gala presentarse en el Teatro Real [...] Los bailes de máscaras de la Zarzuela compiten en elegancia y buen gusto con los del Teatro Real; pero la concurrencia no es tan numerosa ni tan brillante aunque algo mas que la de los bailes del Príncipe [...] Los bailes de Lope de Vega, ocupan el último rango entre los de máscaras, son el término de transición á Capellanes, á Paul y demás bailes de equívoca estofa. Las orgías comenzadas en el Real y la Zarzuela van á concluir generalmente á la Fuente Castellana [actual plaza de Emilio Castelar], al Cisne [actual paseo de Martínez Campos] ó en casa de Lhardy, mientras que las bromas de los otros bailes terminan en la Rueda, en los Andaluces, en la pastelería Suiza ó en el colmado de José María.
El museo universal, Año VI Número 10, 09/03/1862 

Carnaval en un palco del teatro. La Ilustración Española y Americana
 
Ricardo Balaca. El baile de Capellanes

En la segunda mitad del siglo XIX la tendencia es que los aristócratas organicen bailes privados en lugar de asistir al Teatro Real. Los bailes públicos se habían hecho demasiado populares, así que las personas distinguidas, para distinguirse, empiezan a organizar sus propios bailes de máscaras a los que solo se puede acudir por invitación.
Las recepciones y bailes de los duques de Fernán Núñez en su palacio de la calle de Santa Isabel estaban considerados los más elegantes de Madrid. El edificio actualmente es la sede de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles.
 
Baile de trajes en el palacio de Fernán Núñez. 1862

Se puso de moda pasearse en carruaje para ver y ser vistos. Los paseos con múltiples paradas para saludar y conversar con los conocidos solían tener lugar en el Prado y Recoletos, aunque algunos llegaban hasta la Fuente Castellana. Era tal la aglomeración de coches que en 1860 el ayuntamiento tuvo que dar las primeras normas para que los carruajes circulasen manteniendo la fila. Además el numeroso número de asistentes a pie hacía que a veces casi no pudiera darse un paso. En los laterales del Prado se alquilaban sillas, que eran muy solicitadas, para ver el espectáculo de esta riada humana.
 
Muchas señoras nos han escrito rogandonos que insistamos cerca del señor alcalde para que la carrera de los coches durante las fiestas del Carnaval se arregle al itinerario que indicábamos, con lo cual la animación aumentarla y desaparecerían las eternas paradas en sitios desiertos.
«Dos mil reales, nos dice una preciosa pollita, cuesta este año el coche para los cuatro días, y no es justo que después de este sacrificio apenas podamos pasar una vez por el Prado. ¿Qué inconvenientes puede ofrecer que los coches bajen por la Carrera de San Jerónimo, den la vuelta por el Prado y Fuente Castellana, subiendo por la de Alcalá hasta la Puerta del Sol, para volver á bajar por la Carrera? La estension de la linea suprimirla las paradas: las que no se atrevieran á emplear 100 duros en este gasto, disfrutarían desde los balcones del paseo de los coches; las máscaras preferirían estacionarse en las calles, y asistiríamos á algo mas animado que esa interminable hilera de carruajes parada durante las mejores horas de la tarde.»
Nuestra discreta comunicante tiene razón, y merece ser complacida, con lo cual lo serian también las muchísimas personas que se esponen á una pulmonía en las sillas del Prado, y podrian estar cómodamente colocadas en los balcones del tránsito. Que se acceda á nuestro ruego ó se nos den razones para perseverar en la rutina acostumbrada.
La Época, 13/02/1876 
Los carnavales que daban envidia a los madrileños eran sobre todo los de Niza y Roma. Todos los años los periódicos publicaban crónicas de ellos haciendo palidecer a los carnavales de Madrid. Del de Roma se copió una costumbre que tuvo mucho éxito, el lanzamiento de confetti y serpentinas.
 
El carnaval de Niza no se ha parecido en nada al último carnaval de Madrid. Los periódicos de aquella hermosa ciudad vienen llenos con las descripciones de lo que ha sido alli la alegre temporada que acaba de pasar. Entre nosotros hay tres dias —cuatro con el miércoles de Ceniza— de espansion y jolgorio: en Niza son seis, porque el jueves gordo — segun se nombraba antes en España al que precede á las Carnestolendas — comienzan á orillas del Paillon la gresca y la algazara. Por la tarde acude toda la high life cosmopolita en lujosos carruajes al Paseo de los ingleses y alli se verifica el divertido y elegante combate de las flores. En lugar de los confetti con que en Roma y otras poblaciones italianas es costumbre «apedrearse» durante el Carnaval -con grave peligro de los ojos y de otras partes del individuo, - en Niza se tiran violetas, jacintos, claveles, etc., unos á otros los combatientes desdo los coches, no librándose de la florida lluvia ni siquiera los que van á pie, pues reciben también su contingente.
La Correspondencia de España, 06/03/1884
 
Por su parte, el entierro de la sardina se había ido convirtiendo con los años en un día de merienda al aire libre, una diversión familiar en la que ni siquiera se menciona que se hiciese funeral a sardina alguna.
 
La pradera del Canal, sitio clásico donde, desde muy antiguo, las clases de! pueblo, especialmente, se dan cita en esto dia, para enterrar la sardina, ofrecia esta tarde un animado y pintoresco aspecto. Numerosas familias con sus respectivas meriendas, puestos de comestibles, por todas partes; por todas partes borracheras pacíficas, comparsas ó estudiantinas, consumiendo alegremente la última peseta recaudada en los tres anteriores días; algunas pequeñas reyertas que terminaron de una manera honrosa, todo esto ha habido en el Canal. Las parejas de la guardia civil y demás agentes de la autoridad encargados del órden público, han cumplido perfectamente su cometido. 
La Correspondencia de España, 23/02/1887

A diferencia de otras ciudades como Barcelona o Murcia, en Madrid no había desfile de Carnaval. A los habituales lamentos sobre la decadencia de la fiesta se unían voces pidiendo una cabalgata, una batalla de flores o algo así para revitalizar en Carnaval. A veces, como en 1890, se anunciaba un desfile de Carnaval que nunca llegaba a materializarse.
 
Laméntanse algunos periódicos de la decadencia que se observa respecto de las fiestas de Carnaval: la mayoría de la prensa declara muerta esta tradicional fiesta [...] Hay, á juicio de la Epoca, medios de sostener el interés de la fiesta por lo que hace á su esplendor en las calles y paseos. En la mayoría de las capitales de Europa, y muy principalmente en Italia, las municipalidades no se desdeñan de intervenir, más ó menos diréctamente, en estas fiestas populares, haciendo con semejante intervencion, que los sitios públicos se conviertan por breves días en agradable y bella esposicion de tan lindos cuanto caprichosos trajes, ora en lucida cabalgata, ora én comparsas alegóricas ó alusivas, nunca escasas de intencionado gracejo. Miéntras aquí no se haga lo mismo, el Carnaval irá de año en año decayendo.
La Correspondencia de España, 07/02/1883
 
En 1890 los bailes de máscaras están de capa caída. Será a partir del año siguiente cuando el Círculo de Bellas Artes revitalice esta costumbre con un baile que ha llegado hasta nuestros días.
 
Ya hace muchos años que no sucedía en Madrid lo que ha pasado en este tristísimo invierno; llegar al domingo de Carnaval sin haberse celebrado un gran baile [...] Sólo dos fiestas se destacan á la consideración del cronista: el baile de máscaras que en el teatro Real ha dado la Sociedad de Escritores y Artistas, y el baile que la víspera de Carnaval ha dado, siguiendo una antigua costumbre, el Círculo de la Unión Mercantil. El primero es el que conserva en parte las tradiciones del dominó y de la careta; y digo en parte, porque es indudable que los bailes de máscaras han llegado á una visible decadencia [...] hoy que nos encontramos en sociedad con tanta frecuencia, que con la cara descubierta y detrás del abanico se dicen las cosas que pueden pasar por más arriesgadas, ¿qué necesidad tenemos ni del baile de máscaras ni de la careta?
La Última Moda, 16/02/1890
 
El Círculo de Bellas Artes fue fundado en 1880 pero no trasladó su sede al edificio de la calle de Alcalá hasta 1926. Como en la antigua sede de la calle de Barquillo no había sitio para organizar un gran baile, los primeros que organizaron fueron en el Teatro de la Comedia y el Teatro Real.
 
El Baile de Máscaras del CBA es algo más que una fiesta de carnaval. No solo porque el Círculo de Bellas Artes sea quizás una de las instituciones precursoras de esta fiesta, de la que se cumplen 129 años desde su inauguración en febrero de 1891 en el Teatro de la Comedia, sino porque se convirtió además en un fenómeno social relevante en Madrid y vital en la incursión y asentamiento del cartelismo y la ilustración gráfica en España.
Desde que en 1892 se encargara el primer cartel del baile al pintor valenciano Cecilio Plá, el interés por las ilustraciones que acompañaban la organización de este evento social, tanto en forma de cartelería, obsequios para las mujeres asistentes, ilustraciones en los billetes de entrada o en los programas de mano, derivó en la celebración de un concurso anual a principios del XX, al que se presentaban los mejores artistas de la época. Adquirió tal renombre que en 1936, por ejemplo, contó con alrededor de doscientas obras presentadas a concurso.
https://www.circulobellasartes.com/blog/tag/historia-del-carnaval-en-madrid/

La colección de carteles para el baile del Círculo de Bellas Artes, tanto los ganadores como los otros presentados a concurso, es una magnífica muestra de lo mejor de la ilustración gráfica española del siglo XX hasta la guerra civil.

Cartel de Rafael de Penagos


Carteles de autor desconocido y Bernardo Mezquita

Carteles de Enrique Ballesteros y Francisco Ribera



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