El embarcadero de Atocha

Primitivo embarcadero de Atocha en 1851. El edificio del fondo es el actual museo Reina Sofía
 
Cuando se proyectó la primera línea de ferrocarril de Madrid, la que iba a Aranjuez, una de las cuestiones capitales era donde instalar la estación o embarcadero como se llamaba entonces. El lugar tenía que reunir varios requisitos básicos: tenía que estar lo más cerca posible del centro de la ciudad; hasta llegar a la estación la línea tenía que atravesar una zona poco urbanizada para evitar costosos y largos procesos de expropiación, y no había que salvar grandes desniveles. Encontraron un lugar adecuado en Atocha.
 
Sucede con la industria lo que con las revoluciones, Asi como estas ponen en evidencia á personas oscuras, así aquella dá importancia á sitios en que antes nadie reparaba. No hay nada que poco ha fuese mas humilde que el sitio en que se ha construido el embarcadero y nace el ferro-carril. La ley de los niveles le señaló por tristísima cuna juntó á la puerta de Atocha, un campo de hortaliza, regado por un arroyuelo, cuyas aguas se niegan á toda descripción. Allí no se asomaba nadie, y ahora irá todo el mundo.
Eco literario de Europa. 1851, n.º 2, página 78
 
La línea de Madrid á Aranjuez, partirá desde un punto situado á 150 varas de la puerta de Atocha, entre el camino de Vallecas y el cerrillo de enfrente, donde se establecerá el embarcadero. Atravesará el arroyo abroñigal por un viaducto dé cinco arcos de medio punto, de 30 pies de diámetro, sostenidos por pilas y estribos de 30 de altura.
El Español, 13/02/1846 
Final del Paseo del Prado. Fuente de la Alcachofa y Puerta de Atocha

Las primeras concesionarias no solo construían las líneas sino también su propia estación en Madrid. Una concesionaria que aspiraba a explotar el ferrocarril de Madrid a Valencia presentó tres posibles localizaciones muy céntricas para su estación.
 
... ha presentado también algunas indicaciones y datos para la construccion del embarcadero de Madrid, entrando por junto á la puerta de Alcalá, ya en el paseo de Recoletos, ya en el convento del Carmen Descalzo [calle de Alcalá], ya por último en la misma Puerta del Sol.
El Heraldo, 15/03/1846
 
Las empresas que aspiraban a una concesión tenían un plazo para presentar un detallado proyecto técnico, un plan económico que mostrase la viabilidad del proyecto y demostrar que disponían de la suficiente financiación obtenida mediante la emisión de acciones. Transcurrido el plazo, se les retiraba la concesión si no habían cumplido con los requisitos. Un modesto inversionista escribió a un periódico mostrando su preocupación.
 
Muy señores mios: Cuando no hay número de su apreciable periódico en que dejen de anunciarse nuevos proyectos de caminos de hierro próximos á realizarse, observo con tanto disgusto como pesar que la tan decantada empresa del de Aviles á Leon y Madrid, de la que tantos beneficios nos prometíamos, se ha sepultado, pues que no dá el menor síntoma de vida. Inspirándome la mayor confianza los respetables nombres de los sugetos que en esa figuraban como directores, no titubeé en inscribirme por diez acciones, y pagué por consiguiente 200 reales por cada una, ó sean 2,000 rs. que prevenía el prospecto, sin que hasta ahora se haya vuelto á hablar de tal empresa. Si se ha dado principio á algunos trabajos ¿cómo es que los periódicos, particularmente el de Vds. tan interesado en mejoras materiales, no nos lo dicen? Si, como se asegura, se ha disuelto la compañía ¿por qué no se nos devuelve el dinero depositado?
El Heraldo, 29/07/1846
 
Después de que fuese cancelada una primera concesión de la línea de Aranjuez a la empresa Camino de Hierro de María Cristina, otra empresa impulsada por el marqués de Salamanca se hizo con la concesión y comenzaron las obras.
 
Por fin tenemos la satisfacción de ver que se ha dado principio á los trabajos del ferrocarril que ha de enlazar á Aranjuez con la corte; circunstancia que formará época en los anales mercantiles de la nación, y que será el punto de partida de esos grandes adelantos que nos han de poner al nivel de otras naciones que han hecho mas progresos que nosotros en la carrera de la civilización.
El Heraldo, 07/05/1846 
Puente de los Tres Ojos sobre el arroyo Abroñigal. Actual zona de Entrevías

El revolucionario nuevo sistema de transporte despertaba un gran interés en la gente, así que muchos iban a ver las obras.
 
Es sumamente crecido el número de personas que por las tardes salen por la puerta de Atocha para Ir á ver los trabajos del ferro-carril. Sin duda para que no molesten ni distraigan á los operarios se han puesto guardas á grande distancia de donde se practican las esplanaciones, los cuales impiden que nadie se acerque á presenciar el orden y marcha de los trabajos. Esto daba ayer lugar á que algunas personas se quejasen de semejante medida, que no permite satisfacer la curiosidad de que van animados todos los que emprenden el paseo con aquel objeto, y mucho mas la de algunos que van creyendo encontrar ya las máquinas y waghones en movimiento.
El Heraldo, 14/05/1846
 
Pero a pesar de haber comenzado las obras todavía había que salvar un inconveniente. El proyectado embarcadero de Atocha no estaba realmente dentro de la ciudad, sino fuera de la "muralla" o cerca de Felipe IV. Para entrar en la ciudad había que pasar por la Puerta de Atocha, un fielato donde había que pagar un impuesto por las mercancías que se introducían en Madrid. No se consideró conveniente hacer pasar a través de esa estrecha puerta a todos los viajeros y carruajes atraídos por la estación, así que parte de la cerca y la puerta se trasladaron más al sur, frente al comienzo del actual Paseo de Santa María de la Cabeza, y se pensó reformar urbanísticamente toda la zona, aunque finalmente no se realizó.
 
Sabemos que ya está aprobado por el gobierno el proyecto de ensanchar la población de Madrid por la parte de Atocha, y que en su consecuencia principiarán muy pronto las obras para llevarlo á cabo. La puerta de este nombre y toda la tapia que sigue hasta el cuartel de Inválidos desaparecerá. La nueva muralla partirá desde la esquina esterior del hospital [actual museo Reina Sofía] hasta la ronda por detrás del referido cuartel. El hospital quedará dentro de la población, asi como el embarcadero del camino de hierro de Aranjuez, y todo el terreno agregado se embellecerá con preciosas casas y amenos paseos. El cerrillo de San Blas y parte de las alturas del Botánico se desmontarán y se formará una cómoda subida al Observatorio por medio de rampas, cuyo desnivel no esceda de un seis por ciento. Es pues de esperar que aquella parte de Madrid sea dentro de poco tiempo la mas agradable, y por lo tanto la mas concurrida á las horas de paseo.
El Heraldo, 23/03/1850 
Puerta de Atocha y cerca de Felipe IV en 1831 según la maqueta de León Gil de Palacio. Museo de Historia

En 1850 terminaron las obras de la línea y se inició la construcción del embarcadero que contaba con un andén para salidas y otro para llegadas.
 
Éntrase por la fachada principal en un espacioso átrio en donde se encuentran á la vez los despachos de billetes para viajeros y el de equipajes: desde aqui marchando sobre la izquierda se baja por una anchurosa y cómoda escalera, colocada á mano derecha, á una galería que da paso á las salas de espera. En estas, y con separación de clases según el billete que se hubiese tomado, deben esperar los viajeros el momento en que, abriéndose las puertas que las ponen en comunicación con el anden general ó muelle de embarque, puedan salir á este para ocupar los carruajes que les correspondan. Al frente de este anden hay otro enteramente igual que sirve en la llegada para desembarcadero, desde el cual se pasa al salón de registro y despacho de equipajes, saliendo de aqui por una galería y escalera iguales á las de entrada al átrio del edificio. En el embarcadero propiamente dicho están las vías de entrada y salida, otras de servicio y las plataformas giratorias para carruajes y locomotoras [...] asi como también los retretes á la inglesa independientes para señoras y caballeros.
Manual del ferro-carril de Madrid a Aranjuez. Imprenta del Semanario Pintoresco y de la Ilustración. 1851
 
En noviembre comenzaron los viajes de ensayo, con gran expectación entre el público que acudió a verlo.
 
Ayer se corrió por primera vez y por via de ensayo la línea desde Aranjuez á Madrid. El numeroso gentío que salió fuera de la puerta de Atocha tenía ya noticia de ese fausto acontecimiento, y las personas mas notables de la corte, que esperaban en el embarcadero la llegada del convoy, presenciaron el justo entusiasmo con que fueron recibidos los señores Salamanca y Miranda. El convoy partió de Aranjuez á las dos y media de la tarde, y terminó su espedicion á las cuatro y media, después de haberse detenido en todas las estaciones, recogiendo en todas ellas nuevos convidados, entre los que se contaban el alcalde de Valdemoro y otras personas de distinción. El convoy se componía de la locomotora, del tender, un waghon de tercera clase y otro de primera, trasportando entre todas unas cuarenta personas.
Cuando se celebre la inauguración del ferro-carril, que tememos que no pueda ser, como se ha dicho, el día 19 del corriente, hablaremos con detención de las obras ejecutadas en la línea, y del lujo de los carruajes, que nada tienen que envidiar á los de Bélgica, país predilecto en esta clase de vías de comunicación.
El Observador, 12/11/1850
 
Aunque para la historia haya quedado el 9 de febrero de 1851 como fecha oficial de inauguración, algunos privilegiados ya habían viajado en esa línea. La reina madre María Cristina debía estar muy impaciente por probar el tren porque tres días después del primer viaje de ensayo ya viajó a Aranjuez.
 
FERRO-CARRIL DE ARANJUEZ. Ayer se verificó verdaderamente la inauguracion de esta línea, según vamos á dar cuenta sucintamente á nuestros lectores. Se nos había dicho que S. M. la Reina y la duquesa de Riánsares tenían dispuesto su viaje á dicho sitio real por el ferro-carril: los preparativos que vimos en la estación de Atocha asi lo demostraban. A las doce del día vimos salir el tren de vanguardia compuesto de una locomotora con su tender y un wagón con repuesto de los útiles que pudieran necesitarse en una avería cualquiera [...] Deseosos de presenciar el regreso, volvimos al anochecer, y vimos á S. M. la Reina que se hallaba esperando á su augusta madre en el anden de la estación: á las seis llegó el tren de vanguardia y cerca de las seis y media el que conducía á doña María Cristina [...] el servicio de la línea se hizo con admirable precisión, habiendo en todo el camino un cordón casi no interrumpido de espectadores maravillado de la celeridad de los trenes [...] La estación de Atocha, asi como todas las inmediaciones, estaba cubierta de un inmenso gentío.
El Clamor Público. 15/11/1850
 
Antes de ayer por la mañana salió un tren de seis coches por el camino de hierro de Aranjuez, en el que iban una porción de señoras que habian sido invitadas por la dirección de la empresa, y á las que se les obsequió en el real sitio con un espléndido almuerzo. Al arrancar el tren de la estación de Madrid, uno de los coches se salió de la vía, ocasionando en el arrastre alguna descompósicion en el camino que al momento fué reparado. Como la maquina no había empezado á andar con celeridad, no tuvo que lamentarse desgracia alguna de este ligero accidente.
El Heraldo, 01/01/1851 
Locomotora Isabel II

Dado que la gente no se hacía una idea clara de la velocidad que alcanzaba el tren, no sabía calcular el tiempo de que disponía para cruzar la vía o apartarse; esto provocó algunos accidentes en los primeros tiempos. Un periódico puso un ejemplo de la velocidad que permitía llegar a Aranjuez con una rapidez desconocida.
 
Según los cálculos de un periódico inglés, un cigarro puro de buena calidad y regular tamaño, encendido en un camino de hierro y marchando el tren con un movimiento regular, corre mientras se consume muy cerca de seis leguas. De manera, que cuando el ferrocarril de Aranjuez esté corriente, encendiendo un buen cigarro al salir del embarcadero de Atocha, casi llegará uno fumando á aquel real sitio.
La Patria, 16/04/1850
 
Lo único que hacemos ahora es recomendar al público que modere su curiosidad , y no se muestre indócil á las justas exigencias de los celadores del ferro-carril. Ayer, como día de prueba, la locomotora enfrenó mucho su velocidad; de otro modo tendríamos que lamentar muchas desgracias por la imprudencia del inmenso gentío que se agolpaba sobre el carril.
El Observador, 12/11/1850
 
El día de la inauguración fue un día de fiesta en Madrid; el tiempo era primaveral y una gran multitud se dirigió a Atocha.
 
La apertura de un camino de hierro es considerada en todos los países como un acontecimiento importantísimo; pero cuando esta vía de comunicación es la primera que parte de la capital de una nación, y casi la única de que tienen que felicitarse el comercio y la industria de un reino, entonces el suceso toma proporciones colosales [...] Desde muy temprano estaba invadida la parte esterior del embarcadero de Madrid por un gentío inmenso, que se agrupaba en todas las cercanías del trozo de camino que arranca de la puerta de Atocha, y en las alturas, que aunque á larga distancia, dominan la vía. El embarcadero se hallaba dispuesto en los términos que marcaba el programa de que fuimos los primeros á dar conocimiento á nuestros lectores. Cubrían las paredes del gran salón que da paso á los andenes del embarcadero, magníficos tapices, guirnaldas y colgaduras encarnadas [...] en iguales términos estaba adornado el interior del embarcadero; en el estremo izquierdo de él se habia colocado un altar para la bendición de las máquinas y del camino y estas y los carruajes estaban preparados en la esplanada que hay frente al edificio.
 
A las once y media, las músicas de la guarnición y una batería colocada frente al hospital general anunciaron la llegada de SS. MM. y AA.; un cuarto de hora después estaban dentro del embarcadero todas las locomotoras, vistosamente adornadas con coronas y flores; acto continuo el señor cardenal arzobispo de Toledo bendijo las máquinas y el camino; concluido este acto ocupó S. M. el suntuosísimo carruaje que se la ha destinado [...] hállase dividido este coche en un saloncito, un gabinete, un retrete y tocador: el salón está tapizado de raso azul celeste con colgaduras de terciopelo del mismo color ricamente bordadas; en los cuatro ángulos hay cuatro preciosos sillones, y en el medio un elegante diván circular [...]
A las doce menos un minuto salia del embarcadero el tren regio, compuesto la máquina Isabel II, un carruage de tercera clase, el coche de S. M., otro magnífico que ocupaban las mesas del senado y del congreso, los ministros y las primeras autoridades civiles, militares y eclesiásticas, y de otros tres coches mas en que iba la servidumbre de las P. R., los accionistas del camino y muchas notabilidades políticas y literarias. Es imposible dar una idea del espectáculo que en este momento ofrecía el embarcadero: la agrupación de todas las locomotoras, encendidas y dispuestas á partir, la de los otros dos trenes que debían seguir al de S. M., la concurrencia escogida que se agolpaba en los andenes, y la multitud inmensa que cubría las alturas del Observatorio, del cerro de san Blas, del camino de Vallecas y todas las tierras cercanas al arroyo Abroñigal, formaban un vastísimo y animado panorama de que no ha habido ejemplo en Madrid: el estampido del cañon, los ecos de las músicas militares y los de los coros del teatro de Oriente que entonaban la marcha real [...]
Escena de la película "El marqués de Salamanca"

La travesía de este tren, en que tuvimos el honor de viajar duró una hora y dos minutos; bien que deben descontarse de este tiempo los dos minutos empleados en una pequeña detención mas allá del puente largo. A la una y un minuto entraba el convoy en el palacio de S. M., pues el señor Salamanca ha querido proporcionar á la reina la ventaja de que pueda apearse desde su coche para poner el pié en la escalera, llevando el ferro-carril desde el embarcadero de Aranjuez hasta el patio mismo del palacio: llenaba también la plazuela principal de este edificio una concurrencia numerosa, y se hallaban formados un piquete de ingenieros con música y bandera y el brillante regimiento de coraceros [...]
 
El señor Salamanca obsequió á los convidados con un abundante y bien servido buffet preparado en la sala de estación de Aranjuez. El día templado y hasta caluroso por la mañana, volvióse desapacible y frio por la tarde, lo cual, unido á lo atrasando de la estación, quitaba todo su atractivo á los jardines; las personas reales salieron sin embargo de palacio en carretelas tiradas por dos caballos, regresando para marchar á las 5 y 10 minutos. Ocupados todos los trenes, el primero entró nuevamente en palacio, para que SS. MM. ocuparan su carruaje, y partió de Aranjuez á las 5 y 17 minutos, en medio de los vivas de la población y de las personas que formaban parte de los trenes segundo y tercero [...]
 
Todas las estaciones de la línea se hallaban adornadas con gusto y las poblaciones enteras de la inmediaciones de la línea aparecían á los lados del camino saludando con victores la inauguración del ferro-carril [...] En Pinto, donde se hizo una larga parada, las demostraciones de júbilo fueron también estremadas. Desde este pueblo hasta Madrid, los centinelas que de corto en corto trecho cubrían el camino, tenían hachas encendidas cuyo resplandor prestaba al viaje algo de fantástico. En el embarcadero de Madrid infinitas luces daban á la llegada del convoy la claridad del dia, y á pesar de lo avanzado de la hora (las ocho y cuarto) y lo frio de la noche, la concurrencia que daba animación á aquel espectáculo realzado por las bandas de música, era numerosa. Así terminó esta magnífica fiesta que debe formar época en la historia de Madrid, y que tan gratos é indelebles recuerdos deja en todos los que la presenciaron.
La Ilustración, 15/02/1851 
Naturalmente, después del día de inauguración el público se volcó en conseguir billetes para la nueva atracción.
 
Una concurrencia numerosa, mas numerosa todavía de lo que permitían los muchos carruajes que tenia dispuestos la empresa del ferro-carril, acudió ayer á la estacion de Madrid ansiosa de esperimentar la grata impresion de un viaja en camino de hierro. Según estaba anunciado, salieron tres espedicíones; a las diez, á las once y a las doce, y en todas ellas se quedaron muchas personas con el sentimiento de no alcanzar billetes, porque los diez carruajes de que constaba cada tren se llenaron por los mas madrugadores ó por los mas esforzados, porque hasta esfuerzos hubo que hacer para lograrlos [...] las pruebas de civilización que dio una parte del pueblo de Pinto, que agolpado al tren que se detuvo no cesó de lanzar sandeces y de burlarse —como es capaz de hacerlo una cuadrilla de idiotas— del ferrocarril y de los viajeros. Afortunadamente encontraron entre estos quien les tratara, de palabra por supuesto, como se merecían, ya que no hubo un alcalde ni autoridad local que impusiera silencio á los que en su crasa ignorancia no saben reconocer los inmensos beneficios que debe reportarles este camino.
El Heraldo, 11/02/1851
 
Había billetes de cuatro clases, desde 20 reales a 4 reales; claro que había una gran diferencia entre la primera clase y la cuarta.
 
Los de primera ó de 20 reales por persona en viaje de Madrid á Aranjuez y vice-versa, admiten 24 viajeros, repartidos en tres compartimentos de á 8 cada uno: están cubiertos y cerrados por los costados con cristales y cortinillas, y tienen unos anchos asientos ó butacas de almohadon de una comodidad, que en nuestro pais, acostumbrado solo á malas sillas de posta y diligencias, es completamente desconocida.
Los carruajes de segunda clase, ó de 14 reales, reciben 32 personas, en cuatro compartimentos de á 8 cada uno; son también cubiertos y cerrados por los costados, y sus asientos, sino tan buenos como los de primera clase, son mucho mas confortables que los que hasta el dia nos han proporcionado las empresas de transporte mejor montadas.
Los de tercera clase, ó de 8 reales, admitirán 40 viajeros en cinco departamentos; están cubiertos por la parte superior, abiertos por los costados, y con asientos ó bancos corridos de tabla.
Los de cuarta clase, ó de cuatro reales, en fin, son wagones semejantes á los del transporte de mercaderías, completamente descubiertos y sin asientos; en ellos se viajará de pié, permitiéndose llevar una carga no muy voluminosa en la cabeza.
La España, 09/01/1851 
Vagón de la Reina

Aunque la mayoría de los viajes se efectuaron sin incidentes, también hubo averías. Una lectora que encontró frustrante su primer viaje lo contó humorísticamente.
 
Entramos en el coche vecino á la máquina, y aguardamos con ansiedad á que sonase el silbato que á las doce en punto debia dar la señal de partir; pero no sonó. Pasaron quince minutos y continuó el silencio. El público que iba en el tren empezó á sacar la cabeza por las portezuelas. Una santa mujer, que no tenia idea alguna de lo que iba á pasar, creía de buena fé, que ya íbamos andando, y manifestaba su admiración de que no se percibiese el movimiento. 
— No te decía yo, le esplícaba á su hija, como es lo mismo que nos contaba el señor francés, estarán VV. andando y no lo creerán.
— Y no lo creo, contestó la niña.
Efectivamente, no era estraño que la niña no lo creyera, porque el público tampoco lo creía. El convoy permanecía en su sitio; el silbato no resonaba ni aun después que pasaron otros quince minutos, y la gente se decidió á echar pié á tierra para ir á averiguar la causa de aquella detención. Las noticias fueron vagas. Unos decían que el rey se habia llevado la máquina Isabel II que debia conducir al público, y que el público no podía marchar. Otros decían que la máquina se habia descompuesto. ¿Quién iba á saber la verdad? El resultado fué que dió la una, y que continuábamos anclados. 
[...]
al fin resonó en el aire un grande alarido. El demonio de la máquina, que no solo no era Isabel II, sino que era anónima, agarró al convoy y se llevó al público arrastrando. Entonces empezó á realizarse la ilusión que yo me habia formado acerca del vapor. Corríamos con tanta rapidez, que parecía la tierra una esfera que giraba sobre sus ejes para presentarnos toda su faz bajo un mismo punto de vista, como si dominando nosotros al mundo, los hombres y los animales, y las plantas que aparecían á un lado y otro del camino fuesen figuras de movimiento colocadas allí para divertirnos. Nada mas gracioso que el rostro de los campesinos al pasar nosotros. Las mulas del arado salían espantadas y ellos aun mas espantados que las mulas no se cuidaban de detenerlas sino de contemplar el espantoso monstruo que atravesaba los campos lanzando temerosos gritos, vomitando llamas y arrastrando su inmensa cola.... Pero esta maravilla cesó bien pronto porque á las dos leguas el locomotor anónimo se detuvo.
[...]
Los revoltosos juraban que aquello no era lo pactado y opinaban que se debian traer los bueyes que estaban por allí arando para agarrarlos al convoy. No faltó quien presentara el proyecto de poner á contribución las fuerzas del público tirando alternativamente medio público del otro medio. Los hubo aun con ideas mas hostiles.... Yo me senté con las señoras sobre la mullida tierra de la zanja hasta ver en qué terminaba aquella escena, no sin echar una mirada de envidia á la labradora que cruzaba sobre su borrico y que seguramente llegaría á Aranjuez antes que nosotros. 
La Ilustración, 15/02/1851
Otro viajero contó su vuelta en un día de carnaval.
 
Al llegar á Valdemoro se descompuso la locomotiva del convoy que nos precedía; no sabemos si por lo que tiene de loca ó por qué. Inmediatamente avisó el telégrafo y tuvimos que detenernos viendo desaparecer el día, cosa que nos hacia poca gracia. Con esta detención se acabó el agua á la máquina como á nosotros la paciencia.
[...] 
la noche estendia sobre nosotros su manto estrellado, y cada cual iba temiendo llegar tarde á sus citas y compromisos. «¿Qué le he de decir á mi mujer, decía un marido escarriado, á quien la he dicho que estaba de guardia en mi oficina?» — «Vaya un apuro, decía una señora, si le estuviera á usted esperando el niño sin mamar desde las nueve de la mañana como á mí, podría V. quejarse» — «pero el niño no la reñirá á V., y mi mujer tiene un genio» ... «¿Pues y yo que llevo encima los billetes de teatro para toda mi familia?» con estas y otras conversaciones dieron las 9 y las 40 y las 11. Entonces comenzaron á gritar como desesperados unos jóvenes que apenas se habían entretenido en comer porque pensaban cenar opíparamente en las máscaras donde tenían sus correspondientes citas. Pero la noche no hacia caso de nuestros compromisos ni de nuestros estómagos ni menos las locomotivas, ni los locomotores. 
La Ilustración, 08/03/1851
 
Una revista de humor publicó una composición sobre el asunto que estaba de moda.
 
¡Aranjuez! Hay tal porfía! / Por Dios que ya es pesadez, / Una y otra y otra vez, / Uno y otro y otro día / Dale que dale á Aranjuez!
Cargado por cierto estoy, / Pues si llego á hablar con mil; / Mil me han de hablar del convoy / del tren, del ferro-carril. / De si vengo ó de si voy.
En todas las ocasiones, / Caigan mal ó caigan bien, / Han de salir los wagones, / Los andenes y estaciones, / La locomotriz y el tren.
Desde el pollo hasta el señor / Que usa calva ó canas peina. / Todos me citan ¡qué horror! / La casa del Labrador, / Y la cuesta de la Reina.
Y habla del puente colgante / El sexo bonito al par. / Que á Aranjuez, si es elegante. / No hay una ya á quien su amante / No haya llevado á almorzar.
Hasta mi abuela, que empieza / A rayar en la chochez. / Porque se le logre reza. / Pues se le entró en la cabeza / El viajecillo á Aranjuez.
Y aunque cuenta, en mi sentir, / Noventa y tres, salvo yerro, / «No me quisiera morir / Me dice siempre, sin ir / En el camino de hierro.»
Y sus biznietos, que son / Diez hembras y ocho varones. / Siempre cual pollos piones / Están con el mismo son: / «¡Papa, papa... los wagones!»
Iremos con la abuelita / Y con usted... ¿no es verdad? / Y en su cristiana humildad / En pro del caso se ajita / Mi tierna y cara mitad.
Y con mil gritos y mil / De noche y á todas horas, / Siempre están ¡voto á San Gil! / Papa... las locomotoras! / Marido... el ferro-carril!
Y mientras mas á mi vez / Yo en decir que no me emperro, / Ellos con mas pesadez / Dale al camino de hierro, / Dale que dale á Aranjuez.
Pero no es solo en mi casa / ¡Voto á la espada del Cid! / Donde lo que cuento pasa; / Pues con diferencia escasa, / Tal pasa en todo Madrid.
Y que me aprieten la nuez, / Lo juro por Santa Eufemia, / Si no pienso que tal vez / No es afán, sino epidemia. / Ese afán de ir á Aranjuez. 
El Enano, 03/03/1851
La zona de mercancías aparece ya cubierta. Foto de Laurent. 1858

Este ferrocarril tuvo un gran éxito y ante la prolongación de la línea hasta Alicante se vio la necesidad de ampliar el embarcadero. En 1857 se prolongaron los edificios existentes y se construyó una nueva entrada lateral que incluía vestibulo, despacho de billetes y buffet.
Embarcadero de Atocha hacia 1870
 
En años sucesivos se fueron construyendo varias instalaciones y edificios alrededor del embarcadero hasta que a finales de la década de los 1880s la antigua estación se derribó y se construyó la gran estación de Mediodía bajo un proyecto del ingeniero y arquitecto Alberto de Palacio.
Construcción de la nueva estación hacia 1889

Llega la I República

 Alegoría de la República Española. La Flaca, 6 de marzo de 1873

En 1873 España sufría la tercera guerra carlista, la interminable guerra de Cuba y una continua crisis política. El rey Amadeo de Saboya, sintiéndose incapaz de continuar, presentó su abdicación "haciendo de ella renuncia por mí, por mis hijos y sucesores".
 
[...] Dos años largos ha que ciño la corona de España y la España vive en constante lucha, viendo cada día más lejana la era de paz y de ventura que tan ardientemente anhelo. Si fuesen extranjeros los enemigos de su dicha, entonces al frente de estos soldados tan valientes como sufridos, sería el primero en combatirlos; pero todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la nación, son españoles, todos invocan el dulce nombre de la Patria, todos pelean y se agitan por su bien; y entre el fragor del combate, entre el confuso, atronador y contradictorio clamor de los partidos, entre tantas y tan opuestas manifestaciones de la opinión pública, es imposible atinar cual es la verdadera y más imposible todavía hallar el remedio para tantos males. Lo he buscado ávidamente dentro de la ley, y no lo he hallado. Fuera de la ley no ha de buscarlo quien ha prometido observarla [...]
Amadeo. Palacio de Madrid, 11 de febrero de 1873
 
El 11 de febrero, a la una y media del mediodía, llega el documento al Congreso. Abierta la sesión, un secretario lee la renuncia de Amadeo de Saboya. El presidente dispone que se mande un mensaje al Senado para que reunido con el Congreso se tome el acuerdo conveniente. A las cuatro y media el Senado entra en el recinto del Congreso. El presidente del Senado toma asiento a la derecha del presidente del Congreso que declara quedar constituida la Asamblea Nacional de la nación española. El ministro de Estado anuncia que el Gobierno resigna sus poderes en la Cámara y el presidente del Congreso pregunta si las Cortes soberanas admiten la renuncia de D. Amadeo. Los diputados se ponen casi todos de pie en señal de afirmación. El Congreso acuerda inmediatamente dirigir un mensaje a D. Amadeo de Saboya dando cuenta del acuerdo de las Cortes. A tal efecto se elige una delegación para que acuda a palacio a entregar el mensaje y a su regreso se reanuda la sesión.
 
Proclamación de la I República por la Asamblea Nacional. La Ilustración Española y Americana.

El mensaje de contestación, cuya redacción fue atribuida a Castelar, es un texto muy respetuoso, casi afectuoso en algunos momentos:
 
LA ASAMBLEA NACIONAL Á SU MAGESTAD EL REY DON AMADEO I.
Señor; Las Córtes soberanas de la nación española han oído con religioso respeto el elocuente mensaje de V. M., en cuyas caballerosas palabras de rectitud, de honradez, de lealtad, han visto un nuevo testimonio de las altas prendas de inteligencia y de carácter que enaltecen á V. M , y del amor acendrado á esta su segunda pátria, la cual, generosa y valiente, enamorada de su dignidad hasta la superstición, y de su independencia hasta el heroísmo, no puede olvidar, no, que V. M. ha sido jefe del Estado, personificación de su soberanía, autoridad primera dentro de sus leyes, y no puede desconocer que honrando y enalteciendo á V. M., se honra y se enaltece á sí misma.
Señor; Las Córtes [...] se contuvieron dentro del limite de sus prerogativas y respetaron la voluntad de V. M. y los derechos que por nuestro pacto constitucional á V. M. competían. Proclamando esto muy alto y muy claro, para que nunca recaiga sobre su nombre la responsabilidad de este conflicto que aceptamos con dolor, pero que resolveremos con energía, las Córtes declaran unánimamente que V. M. ha sido fiel, fidelísimo guardador de los respetos debidos á las Cámaras; fiel, fidelísimo guardador de los juramentos prestados en el instante en que aceptó V. M. de las manos del pueblo la corona de España, mérito glorioso, gloriosísimo en esta época de ambiciones y de dictaduras
El Pensamiento español, 12/02/1873
 
El tono del mensaje da a entender que le respetan pero que tampoco van a insistir para que se quede.
 
[...] si algún humano fuera capaz de atajar el curso incontrastable de los acontecimientos, V. M., con su educacion constitucional, con su respeto al derecho constituido, los hubiera completa y absolutamente atajado. Las Córtes, penetradas de tal verdad, hubieran hecho, á estar en sus manos, los mayores sacrificios para conseguir que V. M. desistiera de su resolución y retirase su renuncia. Pero el conocimiento que tienen del inquebrantable carácter de V. M., la justicia que hacen á la madurez de sus ideas y á la perseverancias de sus propósitos, impiden á las Córtes rogar á vuestra majestad que vuelva sobre su acuerdo [...] cuando salgamos de las dificultades que trae consigo toda época de transicion y de crisis, el pueblo español, que mientras permanezca V. M. en su noble suelo ha de darle todas las muestras de respeto, de lealtad, de consideración [...] no podrá ofrecer á V. M. una corona en lo porvenir, pero le ofrecerá otra dignidad, la dignidad de ciudadano en el seno de un pueblo independiente y libre.
El Pensamiento español, 12/02/1873
 

Amadeo I se dirigió en tren especial a Lisboa desde donde partió hacia Italia. A pesar de lo dicho en el mensaje, la despedida en la estación fue fría y de eso se quejó un periódico

Es verdaderamente vergonzosa la conducta que con los reyes han observado sus servidores de ayer, y nosotros protestamos contra ella á fuer de caballeros. Ni un ministro, de los que hoy lo son de la república y ayer lo eran de la monarquía, ni una autoridad, ni una comisión bajó á la estación á despedir á los reyes, y sobre todo, á la reina, enferma: de la comision nombrada por el Congreso, solo estaban el Sr. Ulloa, el Sr. Moncasi, el Sr. Seoanne y alguno otro: la frialdad de la atmósfera no era mayor que la frialdad de la despedida: ni siquiera se habia cumplido con el acto rudimentario de cortesía de enviar alguna tropa que custodiase á las reales personas. Dícese que después, á instancias del Sr. Topete, se telegrafió á Aranjuez para que se incorporaran al tren real algunos guardias civiles. Desde su soledad, el rey Amadeo, que ha conocido cuan tristemente rodeado estaba, y que no quiso recibir á alguno de los ex-ministros, ha podido escuchar los vivas á la república de sus consejeros responsables.
La Época, 12/02/1873
 
A partir del momento en que se conoció la abdicación del rey las autoridades tomaron medidas para evitar que se alterase el orden público porque todavía no se sabía lo que iban a hacer las Cortes y era grande la expectación. Incluso la Cruz Roja envió una comisión al presidente del congreso "por si ocurriera algún conflicto y fueran útiles sus servicios".
 
Desde las primeras horas de la mañana de ayer los alrededores del Congreso fueron el punto de reunión de una multitud que, á medida que avanzaba la tarde, crecía en número [...] los grupos llegaban hasta la iglesia llamada de los Italianos, quedando la parte de la Carrera de San Jerónimo que hay desde la mencionada iglesia hasta el Congreso, y la calle del Sordo [actual calle de Zorrilla], completamente obstruidas por la gente [...] como las ordenes dadas á los porteros eran terminantes, y no entraba ni salía nadie en el Congreso que no llevara su correspondiente papeleta [...] los grupos comenzaron á impacientarse, saliendo de entre ellos, á las cinco de la tarde, algunos vivas á la República. El tumulto llegó á tomar tales proporciones, que el señor Figueras se decidió á salir, como lo hizo, arengando á los grupos, y encareciéndoles que tuvieran calma y cordura, pues á nombre de la minoría federal les aseguraba que él y sus compañeros saldrían del Congreso «con la República ó muertos» [...] A las nueve de la noche [...] continuaba la efervescencia y se oian gritos de «¡Viva la República!»
La Iberia, 11/02/1873


Si como decimos anteriormente, el órden no llegó anoche á turbarse, no por eso dejaron de notarse síntomas algún tanto significativos. A la una de la noche hallábanse reunidos en la plaza de Santo Domingo unos grupos como de 30 hombres, que por su ademan y las circunstancias del dia hacían suponer que obedecían á algun pensamiento concreto. Mas tarde fueron retirándose. También en la red de San Luis, á la entrada de las calles da Fuencarral y Hortaleza, vimos un grupo como de unos 40, preparados algunos, según nos pareció, y que más tarde se retiraron. Al decir de las gentes, este grupo lo componía no sabemos qué comité de distrito. Y por último, prescindiendo de los barrios extremos, el punto más concurrido anoche de una á dos, fué la consabida plaza de Antón Martin. A unos 200 se hacía subir el número de los allí congregados, preparados los más, y aún al decir de las gentes, posesionados de algunas esquinas, si bien estos extremos no pudimos comprobarlos.
Sin embargo de esto, la tranquilidad material es absoluta.
El Pensamiento español, 11/02/1873
 

Ese día no se registraron incidentes y el comportamiento pacífico de los madrileños fue alabado por toda la prensa.
 
El dia de ayer fué de ansiedad para el pueblo de Madrid. Desde las primeras horas de la mañana se veían por las calles muchos grupos de curiosos qua discurrían sin dirección fija, comentando en todos sentidos los graves sucesos del dia. La actitud de la población fué tan sensata como pacífica. La plaza de las Cortes, á la hora que nos dirijíamos á la tribuna, estaba llena de gente; pero la Guardia civil, los voluntarios de la Libertad, los agentes de Orden público y algunas fuerzas de cazadores custodiaban las avenidas del Congreso, manteniendo despejada la calle de Floridablanca. Los aparadores de las tiendas y cafés se veían cubiertos, y eran contadísimos los coches particulares que circulaban. La Carrera de San Jerónimo,—como dice La Época,—presentaba el mismo aspecto que en dia de Viernes Santo.
La Iberia, 12/02/1873
 
Causa verdadera admiración á las gentes la frialdad con que ha sido acogida la proclamacion de la república. No podía creerse que en Madrid, donde hay muchos republicanos, donde el pueblo es impresionable, donde las novedades se acogen siempre con calurosas demostraciones, se recibiera con tanta calma un cambio completo de Gobierno y el triunfo de la forma republicana [...] Acaso esta tarde se entreguen las masas republicanas á trasportes de alegría y entusiasmo; mas hasta el presente no hay señal alguna de ello.
El Pensamiento Español, 12/02/1873
 
Al día siguiente, cuando se supo que esa madrugada se había proclamado la República por 256 votos contra 32, las calles empezaron a animarse. Se había proclamado la República, sí, pero no se había decidido si república federal o unitaria; eran dos modelos cuya diferencia tenía una importancia trascendental.
 
A las tres y media ha salido del café Helvético una ciudadana vestida de república federal, con una espada en una mano y una bandera en la otra. Subió en una carretela cubierta de encarnado, cuyos cocheros llevaban gorros frigios y escoltada por varios hombres armados ha recorrido las principales calles. Engrosada esta manifestación con cuatro hombres á caballo y una música á pié ha excitado grandemente la curiosidad del público.
El Pensamiento español, 13/02/1873
 
Proclamación de la República en las calles de Madrid. Le Monde Illustré

En la Puerta del Sol se ha formado un imponente grupo que pedía se proclamase la República federal y la sustitucion de la bandera nacional por la roja. Grupos de mujeres adornadas de lazos rojos, y de estudiantes, han recorrido las calles de la capital dando aclamaciones á la república. No observamos atropello ni desmán alguno, las gentes acostumbradas ya á estos lances y bulliciosos sucesos, no andaban con ese aire de inquietad que inspira miedo al ánimo más sereno. Pero en cambio, tampoco hemos visto verdaderas demostraciones populares, arranques de público júbilo, espontánea y sincera alegría.
El Pensamiento español, 13/02/1873
 
Inmediatamente se planteó una cuestión de gran valor simbólico ¿Cuál iba a ser la bandera de la República Española? Muchos grupos que marchaban por las calles enarbolaban una bandera roja. También ondeaba en muchos edificios, a veces con un gorro frigio de color negro en el centro. Los periódicos avanzaban cómo iba a ser la bandera. La Correspondencia de España afirmaba que se conservarían los colores de la bandera nacional "si bien se suprimirán todos los signos heráldicos en ella". Para el periódico El Gobierno la bandera sería morada, blanca y roja.
 
El Sr. Figueras ha perorado esta tarde en la Puerta del Sol, ha dicho que la bandera encarnada y amarilla, que ha cobijado á la monarquía, no puede ser la de la república [...] Mientras se sustituye con otra, la vieja bandera flota en los edificios públicos, pero agujereada, pues se ha cortado de ella el escudo de las armas españolas.
El Pensamiento español, 13/02/1873
 
A las cuatro y media de la tarde atravesaron la Puerta del Sol dos individuos con una bandera roja, dirigiéndose por la calle de la Montera á la Plaza de Antón Martin. Agregáronseles pronto infinitos curiosos, lo cual produjo alguna alarma, y dió lugar á que se cerraran varias tiendas y casas. En la plaza de Antón Martin les esperaba un numeroso grupo, que prorumpió en vivas á la república al verlos llegar con la bandera, que colocaron en lo más alto de la fuente de dicha plaza con gran algazara y entusiasmo. La actitud era completamente pacifica.
El Pensamiento español, 12/02/1873
 
Dos periódicos pusieron a los lectores en antecedentes sobre los colores de la bandera:
 
El pabellón rojo y amarillo, con las dos terceras partes de este color y la otra rojo, dividido en dos fajas laterales, se estableció por el rey D. Carlos IV como pabellón de guerra para los buques de la armada [...] Espartero, siendo regente, mandó en 1841 que todos los regimientos usasen pabellones en vez de banderas; es decir, el pabellón rojo y amarillo establecido por Carlos IV, si bien ningun regimiento le ha usado con las condiciones de ancho en los colores que hemos indicado mas arriba.
Por lo demás, convenimos en que debe conservarse la actual bandera ó pabellón, y que es una puerilidad y una inconveniencia cuanto se acuerde en contrario.
La Época, 14/02/1873
 
Hace unos treinta años, los colores que se consideraban á propósito para la bandera republicana española eran el verde, el amarillo y el encarnado [...] Y tanto es esto así, que al conceder el regente del reino en 12 de Agosto de 1841 la cruz de distinción por el pronunciamiento del 1º de Setiembre de 1840, se quiso hacer un alarde de republicanismo, ordenando que los ocho brazos dé la cruz estuviesen esmaltados de los colores nacionales, y que la cinta fuese verde, amarilla y encarnada, en tres divisiones iguales. Ignoramos de quién ha partido la iniciativa de los colores morado, blanco y encarnado, que [...] nada significan en España así reunidos.
El Periódico para Todos, nº 15, 15/01/1873
Propuesta de bandera para la República Española

Al escudo de la bandera vigente se le quitó la corona real, pero durante la corta vida de la República no se consiguió aprobar una nueva Constitución ni un posible cambio de los colores de la bandera.
Bandera utilizada durante la I República
 
El primer presidente, con el título de presidente del Poder Ejecutivo, fue Estanislao Figueras que tuvo que enfrentarse al problema de qué modelo republicano se iba a implantar: el de república federal, defendido por él mismo y Pi i Margall, o el de república radical y unitaria, defendido por Castelar y Salmerón. 
¿Cual será? La Flaca, 1 de marzo de 1873

Según se cuenta, tras varios meses de interminables y estériles reuniones de políticos incapaces de llegar a ningún acuerdo, Figueras se levantó de la mesa y dijo «señores, voy a serles franco: estoy hasta los cojones de todos nosotros», cogió la puerta y se fue. Al día siguiente, como no conseguían entrar en contacto con él, fueron a su casa y se enteraron de que había montado en un tren y se había ido a Francia donde permaneció un año. Ni siquiera se molestó en presentar su dimisión. Tuvieron que nombrar con urgencia otro presidente, puesto que recayó en Pi i Margall.
 
Cuando estas noticias se comentaban en el Congreso llegó otra aún mucho más grave. El presidente del Poder ejecutivo, Sr. Figueras, el hombre á quien la Cámara en reunión privada había elegido para que formase ministerio, depositando en él su confianza, había huido de Madrid sin explicar siquiera el motivo de su fuga. Esta nueva causó el efecto que era de esperar; el terror se apoderó de todos los ánimos, y las más fuertes censuras se aplicaron al fugitivo jefe del partido republicano español. Ante el peligro que este hecho significaba, la Cámara, en sesión secreta, acordó un ministerio de conciliación con los nombres primeros que se pusieron en lista, sin fijarse siquiera en su talla política, ni en los principios que representaban. Los rumores de insurrección de la guardia civil, y los carteles rojos fijados frente al mismo Congreso, en los que se excitaba al pueblo contra los representantes, acabaron de decidir la cuestión, y un ministerio que dos dias antes hubiera sido ocasión de un tremendo escándalo en el Congreso, fué aprobado casi por unanimidad en sesión pública.
La Independencia Española, 13/06/1873
Estanislao Figueras y Francesc Pi i Margall


 

 

Tiempo de carnaval (II)

Robert Walker Macbeth. On Pleasure Bent, a Street Scene in Madrid during the Carnival
 
De la prohibición oficial hace años se ha pasado a organizar bailes de máscaras hasta para los niños en el mismo Palacio Real.

BAILE DE NIÑOS EN PALACIO. En la noche del domingo 10 se verificó el segundo baile de máscaras que la Reina Doña Isabel ha dado en el palacio, y al que han concurrido sobre unos ciento treinta niños de las principales familias de la capital. La suntuosidad y el brillo han competido con la franqueza y amabilidad con que la augusta Reina Gobernadora agasajaba á los niños, y la benevolencia con que conversaba con los concurrentes. Varios niños de muy corta edad por sí solos se dirigieron á la Reina Gobernadora, y solicitaron el honor de bailar con sus augustas Hijas, distinción que obtuvieron, y que siempre concedía la Reina Madre, cuidando de arreglar y llevar cuenta de los turnos la Excma. Sra. aya de S. M . la marquesa de Santa Cruz. Bailaron con S. M . y A . , entre otros, los hijos de los marqueses de Santa Cruz, de Torrejon, de Malpica, y los de los Sres. Onís, Pita Pizarro, Muñoz Maldonado y Fernandez del Pino, estos dos últimos de apenas seis años de edad. El ambigú fue correspondiente á las circunstancias de la función, en la que se vieron variados y primorosos trages, no obstante la espresa prevención que se hizo en nombre de S. M . á los invitados para que evitasen todo gasto, pues la reunion debia tener un carácter franco y casi familiar. Terminó la función á la una, y cada niño recibió al marchar un primoroso cajoncito de dulces que les distribuyeron los empleados del real ramillete.
El Correo Nacional, 12/02/1839 
Baile de niños . La Ilustración Española de Madrid
 
Pero después de muchos años con los mismos bailes de máscaras, la gente quiere novedades y comienza a pedir los nuevos bailes surgidos en Europa.

En el último baile de máscaras de Villahermosa, á la hora del amanecer, hubo algunos desórdenes causados por cierto número de caballeritos que querían bailar el cancan, contraviniendo á las órdenes de la autoridad cívil que tiene mandado á sus dependientes no toleren semejante baile. Interpelados los cancanistas (en número de unos veinte) por el comisario, señor de Sansernin, que en este acto usó de la mayor prudencia, no hicieron caso ninguno de sus palabras, é insistieron en bailar el cancan. Entonces el comisario, después de consultar al teniente alcalde señor de Laplana, hizo se presentasen en la puerta del salón los agentes de S. P., alguaciles y piquete de la guardia civil que daban el servicio. En vista de que la cosa se iba formalizando, y conociendo que el celador estaba dispuesto á hacer respetar su misión, los cancanistas desistieron de su propósito, pero al poco rato se pronunciaron de nuevo, para que en lugar del cotillón con que debia finalizar él baile, se tocase una Polka. Firmes en su propósito, parece se dirigieron á don Sebastian Iradier, compositor de música y gefe de la orquesta, á fin de que se oyesen los acentos de la apetecida Polka. Intervino el mismo comisario nuevamente, y exigió se concluyera el baile con cotillón, según estaba mandado, y por ser ya la hora de finalizar el baile.
El Español, 24/02/1846

Se introduce una novedad que se extenderá a todos los bailes de máscaras: el juego de la piñata. Se hará tan popular que el baile de Piñata será el que cierre los bailes por carnaval.

Gran Baile de Piñata en el Nuevo Recreo. Dará principio á las once de la noche, y durará hasta el amanecer; será dirijido por un profesor de los de mas fama, y habrá su correspondiente orquesta; estarán bien servidos el ambigú, tocador de señoras, guardarropa, mesa de villar y pieza de juegos permitidos: en uno de los salones habrá dos vistosas piñatas, una de estas se romperá a las dos de la madrugada y la otra al amanecer; siendo esta operación solo para las señoras; los caballeros solo presenciarán esta diversión sin tomar parte en la ejecución: la señora que rompa la piñata con los ojos vendados se la dará el premio de una libra de dulces. No se permite entrar en el salón con armas, bastones, capas, capotes, espuelas ni fumar.—Precio de cada billete 4 rs., que se despachan en el mismo local.
Diario de avisos de Madrid, 17/02/1839

El fin de fiesta para las clases populares sigue siendo el entierro de la sardina, a pesar de que la Iglesia suele mostrar su oposición por considerar que el día de la celebración, el Miércoles de Ceniza, ya forma parte de la Cuaresma.
 
Lánzase el pueblo de Madrid fuera de su recinto, descompuesto el vestido, parte cubierto de harapos, parte vestido de fiesta, dirijese al Canal; allí vá cada uno con su mujer y sus hijos, y su anciano padre, y su perro, y su botita de vino, y su sardina, y su tortilla, y sus naranjas; porque es preciso que la fiesta sea completa. Alli bebe la última gota de su vino, alli come el último bocado de su pan; no le ocurre la idea de que al volver á su casa no encontrará tal vez una cama donde acostarse, un vestido con que cubrirse, un pedazo de leña con que calentarse: no se acuerda de que todo lo ha empeñado, de que todo lo ha vendido. Era preciso disfrutar del Carnaval, era preciso enterrar la sardina; ¿qué importa lo demas?
El Corresponsal, 18/02/1844
Le Monde Illustré. Enterrement traditionnel de la sardine
 
La prensa empieza a reflejar cierto hastío en el público. En las siguientes décadas aparecerán de vez en cuando comentarios sobre la decadencia de los bailes de máscaras, pero éstos, aunque con altibajos, continuarán todavía por mucho tiempo.

¿Por qué van cayendo las máscaras en desuso? ¿Por qué las madres y las hijas, aun las mas dadas al siglo, miran casi con horror á los Orientales y á Villa-hermosa? ¿Por qué los jóvenes llegan al carnaval con indiferencia, se cansan desde el primer dia, y es todo lo mas si se dejan arrastrar por él con hastio y como con remordimiento? ¿Por qué? ¿Es que somos acaso mas sábios? ¿Es que son las hijas mas virtuosas y las madres mas prudentes? — Ah! no! es que hemos sustituido á la orgía pública, á la orgía autorizada por las leyes, la orgía secreta, la orgía que solo está en nosotros prorogar hasta lo infinito. Es que nos gusta tanto la careta de carne que no queremos cubrirla con la de cartón, porque la de cartón finge la mentira, y la de carne finge la verdad [...] ¿Para qué ha de ir á Villa-hermosa la joven que puede engañar á su amante en su misma casa? ¿Para qué la vieja verde que vende su conciencia por un mantón ó un schal, sí en todas partes puede egercer su comercio? ¿Para qué el joven libertino que sabe que no han de salir los colores á su careta diaria por una seducción de serio, seducción que por otra parte no necesita para ser mas posible del vértigo del carnaval? Sí, el carnaval muere, porque debe morir [...] porque ha conseguido que no nos estrañe una nueva careta; porque nos ha infiltrado su vertiginosa saciedad de placeres impúdicos; y porque para nada necesitamos del carnaval nosotros que vestimos de máscara todo el año.
La Ilustración, 09/02/1850

Muhin. Le Dame Masquée

Las máscaras siguen teniendo aceptación; lo que parece que va en desuso son los disfraces tradicionales.

Gracias a la seriedad altamente ridícula de nuestro siglo, va desapareciendo de Madrid la costumbre de asistir con disfraces a los bailes de máscaras [...] Cediendo a las leyes de esa tiranuela y risible  moda, apenas os acordáis ya de que vuestras abuelas volvían locos a sus admiradores cuando se disfrazaban de pastorcitas manchegas, de saladas manolas o de provocativas gitanas. Dichosos tiempos aquellos en que la mujer, llegado que era el Carnaval, adquiría el prestigio de una diosa de la mitología, porque la facultad que tenía de disfrazarse a su antojo hacía de ella un ser infinitamente nuevo, múltiple, ideal ¡Ah! entonces, sumisa bajo el traje de la beata, candorosa y tímida con el velo de la vestal, fresca y lozana, como una rosa de mayo, bajo la saya popular de la aldeana apasionada y bella bajo el rebocillo tentador de las damas de Calderón, y esbelta y heroica bajo el severo jubón de la edad media, entonces, repetimos, la mujer cumplía con su importante misión en los bailes de mascaras. Cubierto el rostro, disimulada la voz, aumentados sus atractivos con el disfraz y autorizada para lucir su ingenio, iba, venia, chillaba, se dejaba ver, observada daba bromas, pedía celos, y prometiendo mucho y no cumpliendo nada, concluía por convertirse en una especie de vision vaga, indefinible, pero audaz, severa, galana, arrebatadora.
Almanaque Literario del Museo Universal para el año 1860, 01 Enero 1860

En 1860 el empresario del Teatro Real anunció que no habría bailes de máscaras, pero la demanda debía ser todavía suficientemente alta porque volvió a organizarlos. Un periódico resume la oferta que había:

El Teatro Real es el mas concurrido el mas lujoso y elegante de los bailes de máscaras. Las gentes del buen tono, el mundo que se apellida fashionable se reúne allí, y mujeres que se avergonzarían de entrar en Capellanes tienen á gala presentarse en el Teatro Real [...] Los bailes de máscaras de la Zarzuela compiten en elegancia y buen gusto con los del Teatro Real; pero la concurrencia no es tan numerosa ni tan brillante aunque algo mas que la de los bailes del Príncipe [...] Los bailes de Lope de Vega, ocupan el último rango entre los de máscaras, son el término de transición á Capellanes, á Paul y demás bailes de equívoca estofa. Las orgías comenzadas en el Real y la Zarzuela van á concluir generalmente á la Fuente Castellana [actual plaza de Emilio Castelar], al Cisne [actual paseo de Martínez Campos] ó en casa de Lhardy, mientras que las bromas de los otros bailes terminan en la Rueda, en los Andaluces, en la pastelería Suiza ó en el colmado de José María.
El museo universal, Año VI Número 10, 09/03/1862 

Carnaval en un palco del teatro. La Ilustración Española y Americana
 
Ricardo Balaca. El baile de Capellanes

En la segunda mitad del siglo XIX la tendencia es que los aristócratas organicen bailes privados en lugar de asistir al Teatro Real. Los bailes públicos se habían hecho demasiado populares, así que las personas distinguidas, para distinguirse, empiezan a organizar sus propios bailes de máscaras a los que solo se puede acudir por invitación.
Las recepciones y bailes de los duques de Fernán Núñez en su palacio de la calle de Santa Isabel estaban considerados los más elegantes de Madrid. El edificio actualmente es la sede de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles.
 
Baile de trajes en el palacio de Fernán Núñez. 1862

Se puso de moda pasearse en carruaje para ver y ser vistos. Los paseos con múltiples paradas para saludar y conversar con los conocidos solían tener lugar en el Prado y Recoletos, aunque algunos llegaban hasta la Fuente Castellana. Era tal la aglomeración de coches que en 1860 el ayuntamiento tuvo que dar las primeras normas para que los carruajes circulasen manteniendo la fila. Además el numeroso número de asistentes a pie hacía que a veces casi no pudiera darse un paso. En los laterales del Prado se alquilaban sillas, que eran muy solicitadas, para ver el espectáculo de esta riada humana.
 
Muchas señoras nos han escrito rogandonos que insistamos cerca del señor alcalde para que la carrera de los coches durante las fiestas del Carnaval se arregle al itinerario que indicábamos, con lo cual la animación aumentarla y desaparecerían las eternas paradas en sitios desiertos.
«Dos mil reales, nos dice una preciosa pollita, cuesta este año el coche para los cuatro días, y no es justo que después de este sacrificio apenas podamos pasar una vez por el Prado. ¿Qué inconvenientes puede ofrecer que los coches bajen por la Carrera de San Jerónimo, den la vuelta por el Prado y Fuente Castellana, subiendo por la de Alcalá hasta la Puerta del Sol, para volver á bajar por la Carrera? La estension de la linea suprimirla las paradas: las que no se atrevieran á emplear 100 duros en este gasto, disfrutarían desde los balcones del paseo de los coches; las máscaras preferirían estacionarse en las calles, y asistiríamos á algo mas animado que esa interminable hilera de carruajes parada durante las mejores horas de la tarde.»
Nuestra discreta comunicante tiene razón, y merece ser complacida, con lo cual lo serian también las muchísimas personas que se esponen á una pulmonía en las sillas del Prado, y podrian estar cómodamente colocadas en los balcones del tránsito. Que se acceda á nuestro ruego ó se nos den razones para perseverar en la rutina acostumbrada.
La Época, 13/02/1876 
Los carnavales que daban envidia a los madrileños eran sobre todo los de Niza y Roma. Todos los años los periódicos publicaban crónicas de ellos haciendo palidecer a los carnavales de Madrid. Del de Roma se copió una costumbre que tuvo mucho éxito, el lanzamiento de confetti y serpentinas.
 
El carnaval de Niza no se ha parecido en nada al último carnaval de Madrid. Los periódicos de aquella hermosa ciudad vienen llenos con las descripciones de lo que ha sido alli la alegre temporada que acaba de pasar. Entre nosotros hay tres dias —cuatro con el miércoles de Ceniza— de espansion y jolgorio: en Niza son seis, porque el jueves gordo — segun se nombraba antes en España al que precede á las Carnestolendas — comienzan á orillas del Paillon la gresca y la algazara. Por la tarde acude toda la high life cosmopolita en lujosos carruajes al Paseo de los ingleses y alli se verifica el divertido y elegante combate de las flores. En lugar de los confetti con que en Roma y otras poblaciones italianas es costumbre «apedrearse» durante el Carnaval -con grave peligro de los ojos y de otras partes del individuo, - en Niza se tiran violetas, jacintos, claveles, etc., unos á otros los combatientes desdo los coches, no librándose de la florida lluvia ni siquiera los que van á pie, pues reciben también su contingente.
La Correspondencia de España, 06/03/1884
 
Por su parte, el entierro de la sardina se había ido convirtiendo con los años en un día de merienda al aire libre, una diversión familiar en la que ni siquiera se menciona que se hiciese funeral a sardina alguna.
 
La pradera del Canal, sitio clásico donde, desde muy antiguo, las clases de! pueblo, especialmente, se dan cita en esto dia, para enterrar la sardina, ofrecia esta tarde un animado y pintoresco aspecto. Numerosas familias con sus respectivas meriendas, puestos de comestibles, por todas partes; por todas partes borracheras pacíficas, comparsas ó estudiantinas, consumiendo alegremente la última peseta recaudada en los tres anteriores días; algunas pequeñas reyertas que terminaron de una manera honrosa, todo esto ha habido en el Canal. Las parejas de la guardia civil y demás agentes de la autoridad encargados del órden público, han cumplido perfectamente su cometido. 
La Correspondencia de España, 23/02/1887

A diferencia de otras ciudades como Barcelona o Murcia, en Madrid no había desfile de Carnaval. A los habituales lamentos sobre la decadencia de la fiesta se unían voces pidiendo una cabalgata, una batalla de flores o algo así para revitalizar en Carnaval. A veces, como en 1890, se anunciaba un desfile de Carnaval que nunca llegaba a materializarse.
 
Laméntanse algunos periódicos de la decadencia que se observa respecto de las fiestas de Carnaval: la mayoría de la prensa declara muerta esta tradicional fiesta [...] Hay, á juicio de la Epoca, medios de sostener el interés de la fiesta por lo que hace á su esplendor en las calles y paseos. En la mayoría de las capitales de Europa, y muy principalmente en Italia, las municipalidades no se desdeñan de intervenir, más ó menos diréctamente, en estas fiestas populares, haciendo con semejante intervencion, que los sitios públicos se conviertan por breves días en agradable y bella esposicion de tan lindos cuanto caprichosos trajes, ora en lucida cabalgata, ora én comparsas alegóricas ó alusivas, nunca escasas de intencionado gracejo. Miéntras aquí no se haga lo mismo, el Carnaval irá de año en año decayendo.
La Correspondencia de España, 07/02/1883
 
En 1890 los bailes de máscaras están de capa caída. Será a partir del año siguiente cuando el Círculo de Bellas Artes revitalice esta costumbre con un baile que ha llegado hasta nuestros días.
 
Ya hace muchos años que no sucedía en Madrid lo que ha pasado en este tristísimo invierno; llegar al domingo de Carnaval sin haberse celebrado un gran baile [...] Sólo dos fiestas se destacan á la consideración del cronista: el baile de máscaras que en el teatro Real ha dado la Sociedad de Escritores y Artistas, y el baile que la víspera de Carnaval ha dado, siguiendo una antigua costumbre, el Círculo de la Unión Mercantil. El primero es el que conserva en parte las tradiciones del dominó y de la careta; y digo en parte, porque es indudable que los bailes de máscaras han llegado á una visible decadencia [...] hoy que nos encontramos en sociedad con tanta frecuencia, que con la cara descubierta y detrás del abanico se dicen las cosas que pueden pasar por más arriesgadas, ¿qué necesidad tenemos ni del baile de máscaras ni de la careta?
La Última Moda, 16/02/1890
 
El Círculo de Bellas Artes fue fundado en 1880 pero no trasladó su sede al edificio de la calle de Alcalá hasta 1926. Como en la antigua sede de la calle de Barquillo no había sitio para organizar un gran baile, los primeros que organizaron fueron en el Teatro de la Comedia y el Teatro Real.
 
El Baile de Máscaras del CBA es algo más que una fiesta de carnaval. No solo porque el Círculo de Bellas Artes sea quizás una de las instituciones precursoras de esta fiesta, de la que se cumplen 129 años desde su inauguración en febrero de 1891 en el Teatro de la Comedia, sino porque se convirtió además en un fenómeno social relevante en Madrid y vital en la incursión y asentamiento del cartelismo y la ilustración gráfica en España.
Desde que en 1892 se encargara el primer cartel del baile al pintor valenciano Cecilio Plá, el interés por las ilustraciones que acompañaban la organización de este evento social, tanto en forma de cartelería, obsequios para las mujeres asistentes, ilustraciones en los billetes de entrada o en los programas de mano, derivó en la celebración de un concurso anual a principios del XX, al que se presentaban los mejores artistas de la época. Adquirió tal renombre que en 1936, por ejemplo, contó con alrededor de doscientas obras presentadas a concurso.
https://www.circulobellasartes.com/blog/tag/historia-del-carnaval-en-madrid/

La colección de carteles para el baile del Círculo de Bellas Artes, tanto los ganadores como los otros presentados a concurso, es una magnífica muestra de lo mejor de la ilustración gráfica española del siglo XX hasta la guerra civil.

Cartel de Rafael de Penagos


Carteles de autor desconocido y Bernardo Mezquita

Carteles de Enrique Ballesteros y Francisco Ribera