El motín de las verduleras de 1892

Verduleras junto al Mercado de la Cebada

Las verduleras siempre han sido mujeres de armas tomar. Luchadoras por el pan de ellas y sus hijos no se arredraban ante nadie; su lenguaje popular, descarado y en ocasiones obsceno se ha convertido en un lugar común. Un periódico en 1846 nos cuenta la "prudencia y sigilo" que utilizaban.

La funesta pasión de los celos, que tantas víctimas tiene á su cargo, ha llegado á penetrar hasta de la plazuela de San Miguel. Ayer á las ocho de la mañana dos verduleras que adolecían de esta enfermedad, trataron de desahogarse con aquella prudencia y sigilo que acostumbran. La primera insinuación fue tirar una de ellas á su rival una pesa de dos libras. En seguida se agarraron tan fuertemente del pelo, que entre ocho hombres no pudieron separarlas hasta que se quedaron con los mechones en la mano. Se golpearon á su placer, aturdieron el barrio á gritos, hasta el punto de causar un medio motín en tales términos, que á no haber acudido la policía, indudablemente las hubiera sucedido lo que á los dos famosos perros del matadero de Sevilla, que se comieron el uno al otro y solo dejaron los rabos. 
La Esperanza 18/10/1845

El margen que les quedaba a las verduleras tras las ventas era escaso por los precios que les imponían los asentadores o mayoristas, así que no admitían regateos.

Acercóse una señora á un puesto de fruta, y preguntó á la mujer que la vendía á cómo daba los melocotones.
—A dos reales, contesto esta.
—Quiere Vd. a doce cuartos?
—Pues yo! a doce cuartos.... que barato compra Vd. señora... el demonio de la señora del trompón... cuando no la he tirao la pesa a la cabeza...
De esta manera y usando otras veces de las palabrotas mas obscenas y groseras, suelen provocar escandalosamente á los compradores hasta que se hallan á larga distancia. Este es un abuso muy antiguo en Madrid, donde los encargados de hacer guardar el orden en los mercados, parece se cuidan poco de evitar estas escenas repugnantes.
El Español, 06/08/1846

A lo largo de los años hubo muchos tumultos protagonizados por las verduleras. En 1885, en un momento de escasez de alcachofas, un día los acaparadores adquirieron al contado una gran partida de alcachofas para entregarlas luego a precio crecido a las vendedoras ambulantes. Se corrió la voz del abuso entre las verduleras e iniciaron un tumulto.

Un grupo de 1.000 próximamente bajaron al sótano de la plaza, centro del mercado al por mayor, y repitió allí con más energía las protestas comenzadas en la calle. Algunas vendedoras, más atrevidas que sus compañeras, se arrojaron sobre los revendedores, arañándolos y dándoles de palos con tal furia, que en pocos momentos hicieron varios contusas y algunos heridos [...] Los revendedores se ponían precipitadamente en salvo; los guardias de orden público y municipales interponían inútilmente su autoridad siendo arrollados en distintas ocasiones, y las verduleras protestaban volcando infinidad de sacos de patatas y cestas de espárragos y otras verduras que pisoteaban ó arrojaban á los guardias. Todas las hortalizas que había en el sótano, cuyo valor ascendía á 10.000 pesetas próximamente, quedaron destrozadas.
Una vendedora joven, encarándose con un vendedor, le preguntó:
—¿Cuánto vale la docena de alcachofas?
—Catorce reales.
—Tómelos V., dijo; y levantando un palo de romana dio tantos y tales golpes al asentador, que á no quitárselo de las manos, hubiese dado de él muy mala cuenta.
El Día, 21/03/1885

Pronto se personaron las autoridades para calmar los ánimos y negociar.

No recibieron por el pronto muy bien las amotinadas á las autoridades; pero merced á grandes esfuerzos, el gobernador penetró en medio de ellas, ó imponiéndoles silencio, logró hacerse escuchar.
—¡A ver, una comisión que me explique lo que pedís! ¡Esta y esta!...
—¡No! ¡esa no! ¡Yo! y ¡yo!...
—¡Silencio!
Por fin lo hubo. Una verdulera tomó la palabra:
—Señor gobernador: nosotras sólo queremos justicia, que es lo que no se usa por esta tierra. Nosotras somos unas pobres y esos unos gandules, quo nos roban el pan de nuestros hijos. Diga usía, ¿es justo que esos... tíos ganen muchos días 40 duros y nosotras sudamos el quilo para ganar 40 céntimos? ¿No ha quitado usía los revendedores pa los espectáculos públicos? ¿Pues no es más preciso comer que divertirse? 
La Época, 22/03/1885

En la calle de la Ruda se instalaban multitud de verduleras ambulantes para vender su mercancía. El paso solía quedar obstruido y la calle sucia por restos de verdura cuando se retiraban las vendedoras. Las quejas eran frecuentes.

MAS QUEJAS.—La calle de la Ruda se ha convertido en una mansión de furias, á juzgar por los descompasados gritos y obscenas palabras con que algunas verduleras allí situadas corrompen el aire, por medio del cual llegan sus inmorales dichos á oídos de jóvenes honestas y de la pacífica vecindad. Las referidas vendedoras impiden además el tránsito ó insultan á cuantas personas de ambos sexos tienen la desgracia de pasar, y de vez en cuando disputan unas con otras, resultando de semejantes contiendas una salva de puñetazos, tirones de orejas, repelones y zapatazos. Esperamos que la autoridad haga cuanto esté de su parte para evitar un mal de que se nos han quejado ya varios padres de familia. Bien es verdad que es propio de la época en que vivimos. Ahora por desgracia se piensa en comprimir el pueblo, no en educarle.
El Clamor Público, 23/07/1853

Verduleras en la calle Toledo esquina a la calle de la Ruda

En 1887 se produjo una gran disputa entre las verduleras del mercado de la Cebada y las de la calle de la Ruda.

Las verduleras de los puestos fijos, se quejaban de la escasez de venta y de la insostenible competencia que las hacían las vendedoras ambulantes, sus constantes enemigas. Estas palabras fueron oídas por algunas de sus competidoras, y contestaron con amenazas, injurias y unos cuantos patatazos. Los guardias municipales y de Seguridad quisieron poner paz entre las amotinadas, y entonces resultó lo que era de esperar: un tumulto espantoso  y una gritería inmensa, que duró hasta las nueve de la mañana. A esta hora parecía que los ánimos de las amotinadas se habían calmado, pero como los municipales retenían las cestas recogidas á las vendedoras ambulantes, al ver que no se las entregaban, comenzó de nuevo la gritería y el motín se reprodujo con más brío que antes [...] el escándalo estaba en su período álgido; pero se había logrado interponer un fuerte pelotón de guardias al mando de sus jefes entre la calle de la Ruda, donde seguía arreciando la contienda, y las batalladoras verduleras tropezaron con el primer inconveniente: el aislamiento. El teniente alcalde del distrito, el delegado de mercados y el inspector, lograron interponerse entre las amotinadas, y fueron poco á poco aplacando su cólera.
El País, 16/11/1887

Pero fue en 1892 cuando las verduleras de la calle de la Ruda iniciaron el gran motín conocido "motín de las verduleras". Contra lo acostumbrado, todos los periódicos de la época publicaron detalladísimas crónicas sobre todos los incidentes producidos, destacando especialmente las de El Siglo Futuro, El Día y El Correo Español en los números publicados los días 2 y 3 de julio de 1892.
El conflicto se originó por una brusca subida de arbitrios. La comisión del Ayuntamiento encargada de la redacción de la tarifa de arbitrios, formó otra que variase los precios, de 10 céntimos a una peseta, a través de una escala que se publicó.

Para que nuestros lectores puedan juzgar de la equidad que ha presidido al establecimiento de los impuestos en cuestión, hé aquí, tomados al azar, algunos artículos de los comprendidos en la tarifa que van a pagar:
[...] 
Pagarán 25 céntimos: vendedores de frutas, verduras y sal, por cada banasta, sera, bandeja, caja ó cualquier artefacto semejante.
[...]
No necesitamos esforzarnos para demostrar que esto no es más que el impuesto sobre la miseria.
El Correo Español, 02/07/1892

El nuevo arbitrio entraba en vigor el 1 de julio pero la ineficaz burocracia del ayuntamiento hizo que no hubiesen llegado a las Inspecciones municipales los correspondientes recibos. El día 2 de julio comenzó en la calle de la Ruda el cobro.

En cuanto los guardias empezaron con toda solemnidad, armados de lápiz y cartera, la cobranza, en aquel punto, empezó la batalla, que no acabó en todo el dia.
—¡No pagamos!
—¡Mueran los guardias!
—¡No queremos dejarnos robar!
—¡Que nos dejen comer!
—¡Abajo el impuesto!
El Siglo Futuro, 03/07/1892

La calle de la Ruda fué donde se originó el motin. Las verduleras que ocupan las dos aceras en toda extensión de la calle excitadas ante la tenacidad de los exactores del impuesto y movidas de un sólo impulso, retirando ó abandonando sus mercancías uniéronse todas para insultar a los guardias, y en medio de una gritería infernal obligaron a las que tenían puestos ó establecimiento fijo á cerrarlos, y se encaminaron á la plaza de la Cebada. El numero engrosaba por momentos, y dentro ya del gran mercado de hierro, suspendieron las transacciones, cosa que les fué muy fácil, porque muchas se les unían espontáneamente y otros vendedores aprovechaban la ocasión para eludir el pago por el dia de hoy. Los que se resistieron á cerrar vieron en un momento destrozadas sus mercancías. El mercado de la Cebada quedó desierto y los puestos y almacenes cerrados. La manifestación se organizó, ó para hablar con más propiedad, se improvisó delante del mercado; flotaron varias banderas con los colores nacionales, algunas ostentando inscripciones, y en derredor de ellas se agruparon las amotinadas.

En la plaza de la Cebada, una rubia de buenos ojos y toda desgreñada, conocida, según se nos dijo, por la Sarasate, enarboló la bandera de la rebelión, llevando en la diestra mano una larga vara, en cuyo extremo ondeaba un pañuelo encarnado. Siguieron á esta insignia, en el primer momento, setenta vendedoras. He aquí el discurso de la Sarasate:
«Compañeras de desgracia, compañeras ultrajadas por los de la plaza de la Villa, en estos momentos, ya en todas las plazuelas, están dispuestas á no pagar para vicios á los que tienen más dinero que nosotras. Todas hemos de ir por diferentes calles de las más próximas á esta plazuela, á fin de obligar á todo el comercio á que nos secunde en nuestro propósito, y ¿sabéis cómo hacerle que cierren las puertas? ¡Unión y nada más!» Multitud de voces de las asociadas: ¡Bravo! ¡Bien dicho! O semos ó no semos. Otra voz: ¡Chicas, á comprar varas y hacer banderas! La multitud se dirigió á una tienda donde veían dichas varas, é inmediatamente casi todas las mujeres ostentaban la señal de la insurrección.
Cuando la multitud estaba dispuesta á cumplir su programa, un guardia municipal tuvo el mal acuerdo de querer cobrar el impuesto á una vendedora, á inmediaciones de la calle de la Ruda. Entonces empezó el movimiento, y estalló el conflicto. El guardia tuvo que entrar precipitadamente en un portal para defenderse de las piedras que le dirigían las amotinadas.
Varias voces- Dejadle, chicas, él cumple con su deber [...]

La Ilustración Nacional. La Sarasate arengando a sus compañeras

Ante el cariz que tomaba la sublevación las autoridades municipales se asustaron y acudieron al gobernador.

Llegada del gobernador. Las nueve serían cuando el señor marqués de Bogaraya, enterado de lo que ocurría, se presentó en el lugar del suceso acompañado de su secretario y algunas autoridades. Empezó por aconsejar á las manifestantes que depusieran su actitud, y que fuesen á su despacho á manifestarle aquello que ellas creían perjudicial á sus intereses, que él las atendería en sus pretensiones, y que despejasen la vía pública, restableciendo con ello el tránsito de tranvías y carros que en cifra numerosa obstruían la calle de Toledo y adyacentes.

Muchas de las manifestantes hablaban á la vez al gobernador, exponiéndole sus quejas y sus deseos, y en verdad que la situación era difícil para entenderse, pues no se oían más que estas ó parecidas frases, acompañadas unas veces de silbidos y en varias ocasiones de aplausos:
—Todos son lo mismo.
—Siempre todo esto acabará pa ná.
—No somos españolas, no tenemos sangre en las venas, y los hombres son unos gallinas.
[...]
Después de conferenciar á duras penas el gobernador con las amotinadas, dentro del Mercado, que se abrió exclusivamente para el caso, sin que pudiera hacerse entender de ellas, salió de aquel centro mercantil y dirigióse á pié por entre la masa de carne humana en dirección al Gobierno civil.
Una de las amotinadas que escuchó de labios del gobernador que todo se arreglaría, exclamó frente al instituto de San Isidro:
—Compañeras, ¡viva el gobernador!
Y la multitud exclamó:
—¡Vivaaa!...
Pero esto duró poco tiempo, pues cuando los vítores concluyeron, otra voz vino á turbar el relativo reposo. He aquí la voz que dio la Pelusa, una de las protagonistas del alboroto:
—¿Sabéis lo que os digo? Que todo esto va á ser una coba.
Voces: ¡Abajo el arbitrio! ¡Abajo los abusos!

Mientras una parte de las verduleras seguía al gobernador hasta el Gobierno Civil para negociar, otra gran parte empezó a recorrer las calles para imponer el cierre de los comercios. El único negocio que consideraron imprescindible y respetaron fueron las boticas.

Para conseguir este propósito llegaban hasta la violencia, gritando con voces destempladas:
—¡Fuera la venta!.... ¡A la calle todo el mundo!.... ¡Que se coman los codos de hambre todos los ricos!
 
Tocó en turno la tienda número 7 de la calle del Humilladero, y una mujer, dueña de la misma, que se hallaba con su hijo, joven de unos veinte años, se rebeló contra las exigencias de la manifestación, y á voz en grito exclamó: «¡No cierro, ni cerraré, y no es porque no esté conforme con vosotras; es porque creo que ningún provecho obtendré con complaceros!»
Allí fué Troya.
Una voz.—Que cierre.
Varias voces.—Que esas puertas no permanezcan asi ni un momento.
La dueña y el hijo.—No cerramos.
La multitud.—¡A ellos!
Y seguidamente piedras que llevaban en prevención las amotinadas, trozos de vasijas que rompían en la vía pública á los que las llevaban, pero con asentimiento de las poseedoras, todo fué lanzado súbitamente sobre el hijo y la madre. Estos, cada uno con un enorme garrote, hicieron frente á la multitud. Los defensores de su tienda, al ver la esposición que corrían, abandonaron el palo en señal de capitulación, y cinco minutos después aquella fortaleza quedó herméticamente cerrada.

Un tabernero apodado El Che se negó á cerrar la tienda, diciendo:
—¿A qué queréis que cierre? ¿Cómo vendo yo?
—No hay más remedio, ó romperemos todo lo que haya en la tienda—contestó una verdulera.
—Pues mira, que entren todas y que beban lo que quieran. Yo convido.
Como era natural, en vista de la invitación entraron aquéllas en el establecimiento y tomaron cuantas copas quisieron. Seguidamente El Che cerró su tienda y las verduleras empezaron á aplaudirle.

En el Gobierno Civil el marqués de Bogaraya fue entrado casi en brazos por los oficiales del cuerpo de Seguridad que tuvieron que arrancarle de entre las vendedoras que le acosaban estrechamente a fin de manifestarle sus cuitas y pretensiones.

—Dejadme—decía el gobernador;—ahora, en cuanto pueda penetrar en el edificio, recibiré á una comisión de vosotras, os escucharé y se arreglará todo.

Un periódico dejó registrado para la posteridad los nombres de algunas de las que componían la comisión.

He aquí el nombre de los que la formaron: Carolina Paraper, presidenta; y de las vocales Valentina Trejo, María Fernández, María Pintado, Manuela Gallo, Matilde Lago, María López, Alejandra López, Gregoria León, Matilde Yañez, Vicenta Cabanas, Josefa Serrano, Carmen Moya, Esperanza Tabaca, Manuela Ortiz y algunas otras cuyos nombres no recordamos, porque al preguntarlas ya dentro del gobierno civil como se llamaban, todas nos contestaron á la vez.

Tras una corta conferencia el gobernador les aseguró que el incremento en el arbitrio quedaba anulado y que volverían a pagar la misma tarifa que el año anterior. En prueba de ello, el alcalde publicó un bando que fue fijado en las esquinas.

Alcaldía-Presidencia del Ayuntamiento de Madrid.
Para que sea conocido con claridad por el público el verdadero alcance del impuesto llamado de vendedores ambulantes, esta Alcaldía-Presidencia hace saber que el citado impuesto se seguirá cobrando en la misma forma y por la misma cuota que durante el año económico anterior, pues no se ha introducido en esta materia variación alguna.
Madrid 2 de Julio de 1892.—El alcalde presidente, Alberto Bosch y Fustegueras.
 
Verduleras junto al Mercado de la Cebada

Pero ya era tarde para poder desactivar el motín. En la calle surgieron nuevas protestas y nuevos gritos: «No queremos eso tampoco: queremos la desaparición total del impuesto». Vista la imposibilidad de disolver el tumulto por la vía pacifica, el gobernador se puso de acuerdo con el coronel de la Guardia Civil, señor Fajardo, y ambos convinieron dar una carga, que ocasionó los sustos y carreras consiguientes. A partir de este momento las cargas se sucederían a lo largo del día porque el motín ya se había extendido por todos los mercados y calles céntricas de Madrid. Por la mañana se habían unido las lavanderas a las sublevadas, pero por la tarde ya se habían incorporado hombres, mujeres de todos los oficios y desocupados que se apuntaban a cualquier tumulto.
Aún hubo otro intento de acabar con el motín cuando a las cinco de la tarde el gobernador publicó otro bando que ya no era conciliador.

D. Gonzalo de Saavedra y Cueto, marqués de Bogaraya, gobernador civil de esta provincia.
Hago saber: Que habiéndose hecho por mi autoridad durante la mañana de hoy todo género de exhortaciones á los grupos tumultuarios que discurren por las calles de esta capital, sin que haya dado resultado alguno, prevengo á los revoltosos que estoy dispuesto á utilizar las facultades que la ley me concede contra los que no depongan inmediatamente aquella actitud, y usaré contra ellos de la fuerza armada, sin consideraciones de ningún genero, hasta dejar expedito el tránsito público y restablecido el orden. De la prudencia y cordura de los habitantes de Madrid espero todavía que habrán de evitarme la dolorosa necesidad de usar con todo rigor de los medios coercitivos más enérgicos; pero si así no fuese, desde luego advierto que la energía de la represión corresponderá á la violencia de las agresiones.
Madrid 2 de Julio de 1893.
EL MARQUÉS DE BOGARAYA

Pero en las calles ya se escuchaban otros cánticos y voces.

Desde la plaza de Antón Martín á la calle de la Magdalena, desembocó un grupo cantando la Marsellesa y produciendo bastante alboroto. Entonces, de la plaza del Progreso, salieron unos 20 guardias civiles de á caballo. Los portales se cerraron, hubo carreras. Pero el grupo se disolvió.

De las verduras a «La Marsellesa»
Lo que empezó esta mañana por una protesta de las verduleras contra la gestión del alcalde ha venido á parar ¡quién lo creyera! en vivas á la república y cánticos de «Marsellesa.»

La Puerta del Sol y otros puntos principales fueron ocupados militarmente y la revuelta se extinguió al llegar la noche y vaciarse las calles; muchas estaban a oscuras porque todos los faroles estaban rotos. Al día siguiente hubo un tímido intento de reanudar la revuelta pero no prosperó.

Esta mañana á las ocho, un grupo de verduleras y algunas lavanderas intentaron promover nuevo alboroto en la plaza de la Cebada; pero las parejas de la Guardia civil, enviadas desde la madrugada en previsión de lo que pudiera ocurrir, han disuelto el grupo, sin que á la una y media de la tarde, hora en que cerramos nuestra edición de provincias, haya ocurrido ningún nuevo incidente. En los mercados, en la calle de Toledo y Embajadores hay parejas de la Guardia Civil por sí ocurriera algo durante la tarde de hoy.

La calle de la Ruda en la actualidad. Al fondo la Plaza de Cascorro

A MODO DE EPÍLOGO

El motín de las verduleras fue un motín provocado por el incremento abusivo de un arbitrio. Al ser las verduleras trabajadoras autónomas no dependientes, este motín no puede encuadrarse en la lucha del movimiento obrero. Además, cuando las verduleras fueron a la Fábrica de Tabacos buscando el apoyo de las cigarreras, no lo consiguieron.

El grupo tumultuoso se detuvo frente al a Fábrica y prorrumpió en gritos y excitaciones para que salieran las cigarreras. Estas, en prueba de que no querían unirse al motín, cerraron las ventanas. Las cigarreras decían:
—Cuando nosotras tuvimos disgustos nadie nos ayudó, á nadie ayudamos nosotras.
Las vendedoras tiraron piedras á las ventanas y puertas.
El Siglo Futuro 03/07/1892

Las vendedoras ó manifestantes [...] llegaron á donde querían, frente á la puerta de la Fábrica de Tabacos, á pedir auxilio á las cigarreras, que no sabemos con qué carácter iban á prestárselo, puesto que ellas ni son ambulantes ni vendedoras, que sepamos [...] visto por las manifestantes que no lograban su objeto, decidieron seguir la peregrinación.
El Día, 02/07/1892

Fue un movimiento popular fuera de los partidos políticos de la época.

Este no es movimiento fusionista, ni republicano, ni socialista, ni anarquista. Por el contrario, fusionistas -y republicanos—se entiende los que componen las minorías de ambas Cámaras—no son mejor tratados por el pueblo, pues de los primeros dicen que todo eso del debate político es una farsa, y de los segundos dicen que ni al aumento de las tarifas de ferrocarriles se opondrán sino por fórmula. Este es el alzamiento de un pueblo oprimido, á quien se ahoga con los nuevos tributos, y á quien la vida es ya una carga pesada bajo la dominación desastrosa del liberalismo.
El Correo Español, 02/07/1892

Fue un motín femenino —el feminismo aún no existía— porque las verduleras rechazaron la participación de los hombres que eran tildados de "gallinas" o "inútiles".

En la calle de Traviesa, contigua al gobierno civil, un grupo como de una docena de mujeres sorprendió al coronel Morera, y aprovechando lo estrecho del sitio, que le impedía defenderse, descargó sobre él buen número de palos, de los que con dificultad logró librarse el jefe del Cuerpo de Seguridad.
Una manifestante decía, al ver que los hombres tomaban parte en el motín:
—¡Fuera los hombres! Cuando las mujeres hacemos lo que es debido, no deben meterse los hombres en nuestras cosas.
La Correspondencia de España, 03/07/1892

En la Plaza Mayor la mujer que capitaneaba el grupo más numeroso luchó cuerpo á cuerpo con un guardia civil, diciendo á éste:
—¡Pega, hombre! ¡Si no lo haces, no valdrás ni los once reales que ganas!
El Siglo Futuro, 03/07/1892

Los periodistas adoptan un tono como si estuviesen relatando otro 2 de mayo, pero están interesados en resaltar el atractivo físico de algunas amotinadas.

La hija de la Pelos, una muchacha muy conocida en los puestos de la calle de los Tres Peces, estuvo hecha una brava disparando proyectiles, fabricados sobre el mismo campo de batalla con coles y repollos, hasta agotar todas sus municiones. Otra heroína, muy guapa por cierto, ha sido María Ugalde, que enarbolaba una bandera nacional, y como si fuera primer espada á quien le molestasen en la brega los de su cuadrilla, decía á grito pelado, con trágico ademan:
—¡Fuera los hombres! Nos bastamos las mujeres.
El Día, 02/07/1892

María Ugalde, una joven de unos veinte años de edad, rubia, delgada y de fisonomía muy simpática, era digna de llevar la bandera. Se la ha visto en los sitios de mayor peligro, muy serena. Cuando en las postrimerías de la jornada la vimos en el gobierno civil estaba ronca, pero muy animosa. Petra Algarra, tipo completamente opuesto, muy morena, de ojos vivos y también joven, llevaba puesta una boina encarnada.
El Día, 02/07/1892

Hermosísima era otra capitana que blandía en la diestra un hermoso bergajo, con el que se vanagloriaba que había dado muchos palos. Victoria Castro, que así se llama esta linda chiquilla, no es vendedora, ni verdulera; y si tomó parte tan activa en varios de los episodios de la jornada, ha sido á impulsos del amor filial. Victoria es hija de un anciano vendedor ambulante, que trabaja para que su hija sea la reina del barrio con lo que le produce su modestísimo comercio.
El Día, 02/07/1892

El símbolo más utilizado en las marchas de las verduleras aquel día fue una escoba o un palo con un trapo rojo o negro atado a su extremo. También utilizaron cuatro banderas con los colores nacionales en dos de las cuales aparecían estas inscripciones: ¡Vivan las vendedoras! ¡Abajo el impuesto! Los periodistas se fijaron en los símbolos que llevaban algunas manifestantes: una escoba, un palo de silla y una tabla de una cuna. Otra, en un palo, llevaba un delantal negro, en la punta del palo una vejiga y unos rábanos atados al pico del delantal. Sobre una horquilla de colocar cortinas había puesto otra un panecillo de los llamados redondos, un pedazo de percalina encarnada y unas flores.

Estas verduleras de armas tomar eran autónomas, muchas no tenían marido ni querían tenerlo, y en una época en la que las mujeres "decentes" tenían vetado acudir a los cafés elegantes, ellas acudían a los cafés populares de San Millán o del naranjero en la plaza de la Cebada. A pesar de todo sabían que estaban en el escalón más bajo de su autonomía, el de las que ni siquiera tenían concedido un puesto fijo en el mercado.



El Congreso y sus leones

 
En el lugar que ocupa hoy el Congreso de los Diputados estuvo el convento del Espíritu Santo que fue destruído en 1823 por un incendio.

Un incendio devoró ayer la iglesia y convento de los Clérigos Menores del Espíriíu Santo [...] ¿Pero quién ha sido su autor? la casualidad, efectos naturales dicen los preciados de liberales [...] ¿Conque la casualidad, he? Siete dias cuenta la semana, y fué cabalmente en domingo por casualidad. Hay millares de casas en Madrid, y fué á pegar á un convento, á una iglesia por casualidad. Son muchos los conventos é iglesias, y fue á parar á donde oye misa el serenísimo Sr. Duque de Angulema por casualidad : tiene veinte y cuatro horas el dia, y el incendio estalla justamcnte á la hora en que S. A. S. acaba de cumplir con este religioso deber, y antes que salieran del templo los concurrentes, ¿y todo por casualidad? Generalmente empiezan los incendios por algún descuido en las caballerizas, porque cayo alguna chispa, porque la criada dejó prender la estopa en la cámara, porque jugueteando los muchachos hacen alguna diablura de las que son tan frecuentes en los de su edad; pero en nuestro caso nada, nada de eso... la casualidad. Los incendios dan principio por un solo punto, se ceban progresivamente; pero aquí con la rapidez del rayo, apenas se advierte en la iglesia y encima del altar mayor donde se habia celebrado el augusto sacriflcio, apenas se advierte en el sitio perpendicular á la puerta por donde entra y sale el serenísimo Sr. Duque, cuando como fuego eléctrico arden los cuatro ángulos del convento cual si estuvieran llenos de alquitrán; todo, se supone, por casualidad. 
El Restaurador, 22/07/1823

Como a casi todo el mundo aquello le parecía un atentado la policía tuvo que encontrar culpables.

La Regencia del reyno, luego que tuvo noticia del incendio que destruyó en poco tiempo el convento é iglesia del Espíritu Santo, y de las circunstancias que acompañaron este atentado, tomó las providencias mas enérgicas para averiguar sus autores. Dio orden al superintendente general de policía, corregidor de Madrid y de la sala de alcaldes, para que procediesen con toda diligencia á esta averiguación. Las resultas de las disposiciones tomadas en este punto son las de 32 presos, á quienes se les han tomado las declaraciones convenientes. Se ha enviado á Getafe un capitán con orden de formar sumaria á los prisioneros hechos de resultas de la acción del 20.
El Restaurador, 23/07/1823

Después del incendio los frailes se trasladaron a otro convento en la calle del Desengaño. La fachada hubo de ser reedificada, derribadas ambas torres, y entre 1826 y 1828 fueron necesarias otras obras de reparación. En resumen, la construcción estaba muy deteriorada. Con la llegada en 1834 del régimen liberal, el gobierno moderado de Francisco Martínez de la Rosa decidió que sus reuniones se celebrasen provisionalmente en la iglesia del convento, así que se proyectaron una serie de reformas con el fin de que pudiera ser utilizado como Salón de Sesiones. Al finalizar la reforma, en la entrada se situaron por primera vez dos leones sobre pedestales. Los diputados fueron enviados por primera vez a la Carrera de San Jerónimo para asistir a la solemne apertura de las Cortes Generales del reino el dia 24 de julio de 1834. A partir de este momento esta calle estará unida al Congreso de Diputados.
 Parece que ya hay dos leones a la entrada

Hemos tenido el placer de hallarnos presentes á la sesión regia. El salón estaba sencillo, aunque elegantemente adornado : el trono se hallaba bajo un dosel riquísimo : á los lados cuatro tribunas colgadas con gusto esquisito, todo bajo un artesonado magnífico, pintado al fresco, segun se nos ha dicho, por Jordan.
Mensagero de las Cortes, 25/07/1834

Las Cortes constituyentes de 1836-1837 aprueban una nueva Constitución y la Reina Gobernadora jura la misma, acompañada de su hija Isabel, en otra sesión solemne.

Llegadas SS. MM. al Palacio de las Cortes salieron á recibirlas los señores diputados á quienes cupo tan alto honor, y SS. MM. y A. A. ocuparon las posiciones anunciadas en el programa. El salón, á pesar de sus mezquinas dimensiones é incómoda distribución, presentaba uno de los mas variados y ricos cuadros que imaginarse pueden. Sin que sus imágenes se confundiesen entre los innumerables grupos que las rodeaban; sin quedar tampoco abandonadas y solas, servian las REINAS de visible centro al lienzo todo, y daban alma y vida á la pintura.
El Español, 19/06/1837

Pero el estado de la iglesia empeoraba; debido al deterioro de los cimientos y el efecto de las aguas subterráneas se llegó a temer por la seguridad del edificio. Se tuvo que pensar en trasladar a los diputados a otro lugar: el Salón de Baile del Teatro Real. En 1841 el convento fue declarado en ruina, y al año siguiente derribado. En 1843, la reina Isabel II puso la primera piedra del nuevo edificio que fue inaugurado el 31 de octubre de 1850. A última hora, para dar la debida solemnidad a la entrada del edificio se encargan dos leones a un conocido escultor, pero el presupuesto para esta última obra es escaso.

Por encargo de la comisión directiva de las obras del palacio del congreso, el distinguido escultor Sr. Ponzano va á modelar en yeso los dos leones que deben colocarse á los lados de la escalera de la fachada principal.
La Época, 03/10/1850
Foto: Clifford, 1853. Los leones de yeso no apoyan la pata sobre una bola

Estos leones de yeso "provisionales" fueron pintados para que tuviesen un aspecto "metálico". Pasaban los años y numerosas voces pedían su sustitución, los leones se deterioraban por las inclemencias del tiempo y no solo del tiempo. Los sucesos revolucionarios de 1856 también afectaron al Congreso.

El vecindario de Madrid y en especialidad los amantes de las artes, contemplan estos dias con dolor los estragos causados por las balas y la metralla que no han respetado siquiera el magnífico pórtico del Congreso, destrozando uno de los leones, las estrías de la columna de la derecha y hasta las figuras del gran altorelieve que cubre el tímpano del fronton. Gracias que el señor Ponciano no había concluido todavía de esculpir en mármol aquellas obras decorativas, subsistiendo en su lugar ios modelos de escayola, que en caso contrario hubiera sucedido lo mismo, destruyéndose una obra maestra que requiere cuatro ó seis años de trabajo.
El Clamor Público, 19/07/1856

Finalmente en 1859 se encarga a Ponciano Ponzano la realización de unos leones en piedra caliza, la llamada blanca de Colmenar, pero presenta un presupuesto tan alto que tienen que buscar otro escultor. El elegido es el escultor José Bellver.

AI ilustrado y joven escultor D. José Bellver, que fué pensionado por el Gobierno de S. M. a Roma, se le ha encargado la ejecución de dos grandes leones de piedra para sustituir á los de yeso que hoy figuran en el pórtico del Congreso de los diputados. Dicho artista ha salido ya para París con objeto de estudiar los modelos en la casa de fieras de dicha capital, pues en la del Retiro de esta corte no hay más que una leona. 
La Correspondencia de España, 27/05/1860

Estudiados y esculpidos los parisinos felinos, fueron descartados por el arquitecto de la escalinata y las columnas del edificio porque habían perdido la escala, eran demasiado pequeños. Parece que incluso los leones se colocaron momentáneamente en el sitio que ahora ocupan los gigantes de bronce para comprobar el tamaño. No gustaron nada porque no solamente eran pequeños sino que en lugar de tener una imagen majestuosa tenían un aire de mansedumbre un poco infantil. Enviados al almacén permanecieron allí hasta 1864 cuando la suerte o la casualidad quisieron que el entonces senador vitalicio del reino Juan Bautista Romero, marqués de San Juan, se enterara de la existencia de las esculturas porque uno de los diputados le dijo que iban a vender los leones. Al rico prohombre valenciano se le ocurrió una idea: podía llevárselos al «Hort de Romero», un jardín que había construido entre 1849 y 1850 en Valencia y que aspiraba a convertir en un referente romántico: el actual Jardín de Monforte. Adquirió los leones por 3.500 pesetas de la época y fueron colocados al momento en una de las puertas de Monforte, donde aún permanecen impertérritos.
Los leones rechazados ahora están en Valencia

El metal era la opción más adecuada y deseada para estos guardianes pero su coste era muy elevado y España por entonces no pasaba por uno de sus momentos más boyantes… pero la casualidad quiso que una batalla ganada por el ejército español en 1860, en la Guerra de África, fuera el origen de los actuales leones. En esta batalla las tropas españolas incautaron algunos de los cañones de la contienda librada. Un periódico aprovechó la ocasión para introducir una crítica política al presidente del Consejo de Ministros Leopoldo O'Donnell.

Idea incompleta. La comisión del Congreso, a cuyo cargo está encomendada la decoración del templo de las leyes, parece que ha resuelto fundir dos leones de bronce, para colocarlos en el frontipício. Se ha propuesto la idea de que los cañones tomados á los marroquíes sirvan de materia á la fundición. El pensamiento no deja de ser oportuno y aceptable, pues de este modo le servirán al Congreso y al general de vivo recuerdo, trayendo á la memoria de las Cortes las facultades amplias de que gozó el conde-duque en todo lo relativo á la campaña, y á este el uso que hizo de su omnipotencia como generalísimo para dirigir la guerra y arreglar las paces. A la idea de la comisión nosotros quisiéramos que se añadiese el pensamiento de que entraran en la fundicion con los cañones marroquíes algunos cascos de granada y de metralla, restos de los que el invicto don Leopoldo hizo dirigir sobre la cabeza de los constituyentes, en una fecha de eterna memoria. De este modo, no solo nos harían recordar los leones las dotes militares de don Leopoldo, sino también su consecuencia y su hábil política.
El Clamor Público, 15/06/1861

Desde el momento de la idea han tenido que pasar tres años. Nuevamente Ponciano Ponzano fue el artista elegido para realizarlos, aunque en un principio estuvo reacio porque creía que esculpir animales traía mala suerte. Finalmente crea los modelos para el vaciado y los leones son fundidos en la Maestranza de Artillería de Sevilla.

Se ha concedido por el ministerio de la Guerra y mandado que se entreguen los ciento treinta quintales de bronce de los cañones cojidos en la campaña de Africa, que una comision del Congreso pidió á dicho ministerio para fundir los leones de la entrada.
El Pensamiento Español, 06/04/1864

¿Cuándo llegan? Según nos dicen, no tardarán ya en colocarse á la puerta del Congreso los dos leones de bronce tan anunciados desde hace mucho tiempo. ¿Acabarán de llegar al fin? Cualquiera diria que los estaban criando.
La Nación, 18/01/1868
Aspecto de las Cortes al entrar S. M. el Rey en el Congreso de los Diputados. La Ilustración de Madrid. 1871

Los leones se instalaron en 1872.

Ayer han quedado colocados los dos leones de bronce a la puerta del Congreso, que son una obra perfecta de la fundición de artillería de Sevilla. Al pié llevan una inscripción en que se dice se han hecho con los cañones ganados á los moros en la guerra de África de 1860.
¡Si fueran de veras!..
El Combate, 13/04/1872

Aunque los dos leones parecen simétricamente iguales no lo son, porque el de la izquierda pesa unos 450 kilos más que el otro y además el de la derecha carece de genitales masculinos. Lo primero que se le ocurre a uno es que no se distribuyó bien entre los dos leones el bronce disponible, pero otra teoría dice que son la representación de los mitológicos Hipómenes y Atalanta, convertidos en leones por la diosa Cibeles, y que no pueden mirarse como castigo. Esta teoría se apoya en que la actitud de los leones es muy similar a la de los que tiran del carro en la popularísima fuente de Cibeles. Atalanta conservaría ante el Congreso la melena de los leones machos para mantener la simetría, pero sin embargo la cola, diferente a la de su compañero, está enroscada como ocultando la falta de genitales masculinos.

El Congreso de los Diputados actualmente forma un complejo parlamentario en torno a la Plaza de las Cortes. Sus dependencias e instalaciones han ido creciendo a lo largo de los últimos tiempos, a medida que aumentaba la complejidad e importancia de las funciones desempeñadas por la Cámara. Está formado por siete edificios con una superficie total construida de más de 88.000 m2.




Los relojes de la Puerta del Sol (II)



Iglesia del Buen Suceso. Calotipo, 1852

El nuevo reloj que ha construido Tomás de Miguel para el Buen Suceso no empieza con buen pie. La prensa será condescendiente al principio porque considera que son necesarios algunos ajustes que se irán haciendo en pocos días, pero el primer problema lo da las campanadas.
 
ATAQUE DE NERVIOS.—Anteayer á las cuatro y cuarto de la tarde se paró el reloj del Buen Suceso y hace tres dias tuvimos el gusto de oirle cantar á las doce del dia una cabatina de mas de cien campanadas. La causa so conoce que fue de poca consideración, pues antes de las seis ya estaba andando. Es de esperar que siendo la máquina tan buena se repitan poco estas interrupciones que solo pueden atribuirse á falta de cuidado.
El Clamor Público, 29/10/1848

Tomás de Miguel escribió una carta al periódico diciendo que las intempestivas campanadas que dias atrás achacaron al reloj, no fueron producidas por el desbarate de la máquina, sino por los acólitos ó monaguillos de la iglesia que comenzaron el toque del Ave María un momento después de sonar la hora y con la misma campana. Pues los monaguillos siguieron con las suyas o el reloj no funcionaba bien porque al mes siguiente:

Desate. Ayer á las cinco de la tarde se salió de quicio el reloj del Buen Suceso, y estuvo dando campanadas por espacio de media hora. Este desbarajuste que se ha repetido ya algunas veces, pone en boca del público el antiguo refrán de "largo parto y parir hija". Preciso es confesar que se han lucido los que intervinieron en esta mejora.
La España, 20/12/1848

Empieza la desconfianza hacia el relojero, al fin y al cabo es un cerrajero que fabrica de todo pero no un especialista en relojería. Empiezan a circular rumores de que los relojes no los fabrica él.

Desde que poseemos un nuevo reloj, en la Puerta del Sol, solo se habla entre las personas inteligentes del hábil relojero de esta corte, don Tomás de Miguel. Lo que acerca de él se dice ha escitado nuestra curiosidad relativamente á los conocimientos mecánicos de este constructor, siéndole en alto grado favorables los datos que respecto de él han llegado á nuestra noticia; pero algo propensos á la incredulidad, necesitamos ver para creer, porque algunos sugetos, por miras que no alcanzamos, nos han asegurado que la multitud de relojes que sale de su establecimiento son importados de Francia ó de Inglaterra. No consistiría precisamente el perjuicio que de aqui se irrogase en hacer venir de paises estrangeros los relojes necesarios, sino en bautizar con un nombre propio las obras agenas.
El Observador, 29/03/1849

 Ahora se pide que el reloj permanezca iluminado para poder ver la hora de noche.

Una hora de vida es vida.—A consecuencia quizás de la reclamación que hicimos hace días, para que la farola y el reloj de la Puerta del Sol no se apagasen á las dos de la madrugada, se ha concedido una hora mas de vida á aquellas luces. Antes de anoche se apagaron á las dos todos los faroles de gas, menos la farola y el reloj que lucieron hasta las tres. Damos, pues, una parte de gracias á quien corresponda; pero rogamos que ardan hasta la madrugada, y el agradecimiento será completo.
La España, 27/09/1849

Se piden mejoras para este reloj tan céntrico porque hay quejas respecto a su iluminación. El periódico La Patria dice que se instalará una nueva esfera que será de una sola pieza y de cristal mas grueso y consistente que la que había antes [...] de modo que esté la luz repartida por igual, y no presente el claro y oscuro que se observaba antes. Según El Clamor Público, es preciso dar una disposicion a las luces a fin de que el quinqué, que tiene dos tubos ó chimeneas para dar salida al humo no perjudique al cristal. Finalmente, según La Época, se hizo una prueba que salió perfectamente, pues la claridad era grande é igual en toda la muestra, distinguiéndose la numeración á larga distancia
Todo esto a otro periódico le parece insuficiente.

PEOR ESTA QUE ESTABA.—Habíamos concebido la esperanza de que bien pronto podríamos admirar en la Puerta del Sol, un magnífico reloj astronómico; pero esta esperanza ha sido bien pronto desvanecida, al ver que lo único que por ahora se ofrece al público es un cambio de esfera, en la cual, si es cierto que hemos ganado en calidad, no lo os menos que hemos perdido en elegancia, pues los primeros números de la misma eran mucho mas modernos que estos últimos. Esperaremos, pues; de nuevo á que la anticuada esfera que acaba de colocarse se haga pedazos, para clamar otra vez para que en el sitio mas céntrico de Madrid se coloque un reloj digno de la capital de España, contentándonos hoy con indicar que hacia fines del año último, un artista francés residente en esta córte há mucho tiempo, y persona muy entendida en esta clase de obras, propuso por medio de una carta al Excmo. señor corregidor, construir un reloj, cuyo proyecto tenia ya concluido, que indicase la hora, los dias de la semana y del mes, el mes, y el año, y con la mayor exactitud las diferentes fases de la luna. En dicho proyecto el precio de este grandioso trabajo era en estremo módico, no pidiendo el autor otra remuneración que lo que se juzgase conveniente darle, y aun deseaba que su plan y sus cálculos fuesen sometidos á una comisión de personas inteligentes en la materia, á fin de que su proyecto no ofreciera la menor duda. Parécenos que estas condiciones bien merecían la pena de ser examinadas; pero está escrito que en Madrid, nada notable ha de hacerse.
La Nación, 30/08/1850

Como epílogo a la iluminación, el quinqué "presentó su dimisión".

El quinqué de gas que iluminaba el reloj del Buen Suceso, habia presentado hace algunas noches su dimisión y anteayer le fué por fin admitida, quedando la esfera enteramente á oscuras. En tanto que no se provea la vacante, el saber allí la hora después de ponerse el sol es cosa que depende del oido.
El Observador, 22/10/1851
1857, en primer término el solar de la iglesia del Buen Suceso. Faltan muchas casas por derribar.

Los vecinos iban a tener que enfrentarse a un problema más grave: el reloj va a ser desmontado porque va a derribarse la iglesia del Buen Suceso.
Para hacer la reforma de la Puerta del Sol y dejarla con la forma que tiene hoy en día, hubo que derribar manzanas enteras. Dado que la iglesia pertenecía al patrimonio real, los derribos empezaron con este edificio que no presentaba la dificultad del largo proceso de desahucios y litigios con dueños de fincas que se preveía. El reloj iba a ser desmontado y era necesario encontrar cuanto antes otro lugar en la Puerta del Sol para instalarlo.

PUERTA DEL SOL.—Ayer se comenzaron á trasladar en diversos carros particulares y furgones de la casa real los muebles y efectos de la iglesia del Buen-Suceso. Al mismo tiempo se hicieron los hoyos sobre el asfalto para colocar los andamios y el castillete de demolición. Alarmados muchos propietarios de casas en la Puerta del Sol, al ver la rapidez con que han principiado los trabajos, parece que celebraron ayer mismo una junta con el fin de elevar á S. M. una respetuosa esposicion, demostrando los graves perjuicios que les ocasiona la última medida dictada por el Gobierno
El Clamor Público, 25/02/1854

Ayer se ha principiado el derribo de la  iglesia del Buen Suceso. Como generalmente no se esperaba que estas operaciones empezaran tan pronto, los transeúntes se veían como sorprendidos, y era crecídisimo el número de las personas que admiradas de tanta celeridad se paraban a contemplar el principio de la gran reforma que vá á trasformar el aspecto de la capital.
El Heraldo, 25/02/1854

Con la misa de dos dio ayer fin el culto divino en el Buen-Suceso. El derribo de esta antigua iglesia ha principiado ya, habiéndose desarmado el reloj, cuya falta se nota estraordinariamenle en aquel punto tan principal de la corte.
La Esperanza, 25/02/1854

Recién derribada la iglesia ni siquiera existía el proyecto que iba a ser elegido para la nueva Puerta del Sol, pero en aquel momento todo el mundo daba por hecho que el Buen Suceso sería reedificado.

Reloj del Buen Suceso. La reedificación de Buen Suceso, por muy pronto que se concluya, es obra larga, y el reloj, mientras tanto, está haciendo allí una falta muy notable, no solamente por considerársele como oficial, sino por el grande y continuo servicio que prestaba á todos los vecinos de Madrid. Su colocación por lo tanto, en otro sitio de la Puerta del Sol es de urgente necesidad, y ninguno mejor que la antigua casa de correos, como se indicó al principio. Sí el hacer para ello alguna obra sobre el centro de la fachada principal ofrece dificultades, el construir provisionalmente un torreón en el ángulo de la calle de Carretas, ni origina demasiado gasto, ni podria tampoco estropear el edificio, además de ser aun mejor este punto como mas visible, en todas dírecciones. Creemos, pues, que el ayuntamiento debe, sea por el medio indicado, ó, por cualquiera otro que estime conveniente, reparar la mencionada falta en obsequio del público.
La España, 10/03/1854

 

 

Los relojes de la Puerta del Sol (I)


La iglesia del Buen Suceso entre la calle Alcalá y la Carrera de San Jerónimo
 
En el siglo XVII ya se vió la necesidad de que en la Puerta del Sol hubiese un reloj, así que en 1641 el presbítero D. Francisco de Vivero, administrador del Hospital del Buen Suceso, presentó el oportuno memorial manifestando:
 
Que como en aquel sitio no hay reloj, se vive como en una aldea, sin saberse la hora que es, con nota en la policía de sitio tan principal.
Que los mercaderes, tenderos y señores de las casas, todos hacen instancia y ofrecen contribuir para la obra y costa del reloj.
Y que el Hospital aunque está tan pobre, y que con estas cosas de Portugal ha perdido la renta do 600.000 maravedís, demás del sitio ofrece 1.000 ducados [...]
El corregidor nombró una Comisión que estudiara el asunto; pasaba tiempo sin que ésta emitiera dictamen [...] hasta que desentendiéndose del Municipio, el Hospital construyó su reloj, que vino á ser, por lo tanto, propiedad del Real Patrimonio.
Heraldo de Madrid, 14/02/1900
 
Este primitivo reloj de la iglesia del Buen Suceso solo tenía una aguja para señalar las horas y carecía de aguja para los minutos; como complemento, la campana daba los cuartos y las medias. En el siglo XIX esta antigualla estaba en un estado lamentable y para que se pudiese ver la hora por la noche, en 1836 añadieron un reverbero con una llamita alimentada con aceite que se apagaba con frecuencia. Esta iluminación del reloj empezó a ser motivo de mofa.
 
Hallándose apagado el rebervero que da luz a la esfera del reloj del Buen Suceso, antes de las diez y media de la noche del viernes 22, le llamó la atención a un soldado que acababa de poner las cartas en buzon del correo, y dijo á otro que le acompañaba: oye, chico, ¿sabes que me ocurre al ver apagada aquella luz? ¿Qué, le dijo el otro? ¿Que si estará encargado el suministro del aceite á algun provisionista como el de los soldados? Al paso no pudimos percibir lo demás que quedaban diciendo, y nos reimos de la ocurrencia, al mismo tiempo que nos compadecimos de que una incidencia que no sabemos si es frecuente, diera lugar á aquella murmuración.
El Español, 26/01/1836

Incluso se publicó una supuesta conversación entre paletos. 

Anoche hemos oído un dialogo ó cuestión de bastante chiste que tenían entre si dos lugareños, los cuales parados en medio de la puerta del Sol examinaban con la boca abierta el reloj del Buen Suceso, sin que ninguno de los dos acertara á comprender como era que se veia la hora del mismo modo que de dia.
Le dará el sol por la trasera, decia el uno.—Que bruto eres! contestaba el otro; si es de noche ¿como ha de darle el sol?—Pues estara por dentro el sacristán alumbrándole con luz.—No, hombre, no; eso sera que el reloj dará por dentro a la iglesia y con las velas de los altares se iluminara por fuera. —Pues yo creo que es la luna que le da de frente. Entonces levantaron los ojos al cielo para cerciorarse, y como nada vieron se retiraron, calculando sobre cuál podria ser la causa, sin que nosotros pudiéramos oir cual fué la opinion que al fin prevaleció entre los confusos lugareños.
El Español, 30/07/1846

El reloj del Buen Suceso, por su céntrica situación, tenía en la práctica carácter de hora oficial. Señalaba a las 6 de la tarde el momento en el que los mayorales restallaban el látigo para que las mulas iniciasen la marcha de los correos a toda velocidad, marcaba el horario de los comercios y de las misas, y en general regía la vida ordinaria de aquella parte de Madrid. Todo ello a pesar de que solo tenía una aguja; por eso los toques de campana para cuartos y medias eran tan necesarios.

Disputaban antes de anoche dos sugetos en un cafe sobre si eran ó no las ocho y media, llegando su terquedad hasta el ridiculo estremo de apostar por esto seis duros. Convinieron ambos en que fuese el reloj de la Puerta del Sol el que dacidiera, y marchaban á pasos acelerados, esperando cada cual cobrar á su contrario la precitada cantidad.
Cuando llegaron á tan concurrido sitio, apuntaba efectivamente la mano de la muestra del Buen Suceso cerca de los tres cuartos para las nueve; en vista de lo que, conformado el que perdía, sacó sus 120 rs., entregándolos al contrarío. Dirigíanse todos después por la carrera de San Gerónimo, y apenas habian entrado en esta calle, cuando sonó en el citado reloj la media. Allí fué Troya; el pagano exige la cantidad en cuestión que el otro se negaba á devolverle. En una palabra, comenzaron de nuevo una mas que nunca acalorada disputa, que dio por resultado el venirse á las manos y dar un buen rato á los que tuvieron la fortuna de presenciar el fin de tan singular cuestión.
El Espectador, 04/01/1848
Delante de la iglesia del Buen Suceso. 1833.
 
Claramente era necesario con urgencia un reloj nuevo.
 
Mucho antes de que la prensa indicase la conveniencia de poner en la Puerta del Sol un reloj mas perfecto que el que hoy existe, el señor alcalde corregidor, conde de Vístabermosa, había pensado verificar esta mejora [...] Ayer parece que en la sesion celebrada por el ayuntamiento se autorizó al señor corregidor para que verifique la obra, y este piensa poner á la mayor brevedad en la Puerta del Sol un magnifico reloj de esfera trasparente, que no solo señalará las horas, como el que hoy existe, sino también los minutos. El reloj que hoy vemos en el Buen Suceso se trasladará a otro punto de la capital, y asi tendrá esta un reloj público mas y uno muy superior al antiguo en el punto céntrico de la corte, donde todos les que pasan desean saber á punto fijo la hora, y que es la guía de millares de personas que no tienen otro medio de saberla.
El Heraldo, 29/07/1848
 
Encargaron el reloj a un inquieto industrial llamado Tomás de Miguel El Vizcaíno que tenía su establecimiento en la calle de la Reina. Tomás de Miguel no sólo fue uno de los cerrajeros más notables del Madrid isabelino, sino que era un personaje con gran empuje y fuerza emprendedora. A otra escala que hombres como José de Salamanca o Miguel Heredia, se convirtió, sin embargo, en un gran empresario, en el que se unieron el espíritu artístico y el afán científico e innovador. En 1841 su taller de la calle de la Reina llegó a contar con sesenta trabajadores. Fabricaba y vendía toda clase de obras de cerrajería y herrería, balcones, rejas, muebles de hierro, camas de hierro y bronce, máquinas, bombas, prensas etc. En 1842 ya había vendido al Ayuntamiento, para la Casa Consistorial de la Plaza de la Villa, un reloj por el precio de 15.000 reales, estando incluido en este total las pesas, la esfera con iluminación, la campana de 16 arrobas y la adaptación del cuarto de la torre.
 
En agosto de 1848 varios periódicos publicaron el mismo texto:
 
Parece que ya se está construyendo, y estará colocado para la época de la feria, el magnifico reloj que ha de reemplazar al que hoy existe en la Puerta del Sol. Tendrá una gran esfera transparente, y señalará los minutos. El constructor es don Tomás de Miguel, acreditado fabricante, que se ha prestado á hacer esta obra con la mayor economía posible. Es muy satisfactorio para nosotros que esta obra se haya confiado á un español.
 
La prensa satírica también tenía algo que decir:
 
En el próximo Setiembre, y para la época de las ferias, será colocado en la fachada del Buen-Suceso el reloj de esfera trasparente que está construyendo D. Tomás de Miguel. Sobre esto dijo El Popular que le era muy satisfactorio que esta obra se hallase confiada á un español, iQué cosas tiene El Popular! pues qué, señor periodiquito, ¿no habia de haber en una nación medio ilustrada un hombre que supiera hacer una esfera trasparente? ¿Habia de haberse recurrido al estranjero para una cosa tan pequeña? ¡frescos estaríamos! ¿Por qué no se alegra usarced mañana de que la conducción del agua á las casas esté confiada á aguadores españoles? bien que por otra parte nada es de estrañar en un papelito que dice que las comedias andaluzas no son españolas.
Pericón y Pendanga, 30/08/1848
 
Aquel verano, mientras todo el mundo esperaba impaciente la instalación del nuevo reloj, parecia que el viejo, ya exhausto, se desmoronaba por días.
 
MALOS SINTOMAS. El reloj de la Puerta del Sol se haya acometido de una parálisis parcial. Ayer señalaba las once á las cuatro y media de la tarde. Este incidente es de poca importancia, si se atiende á que este reloj es el primero de la capital, y por el que se rigen la mayor parte de sus habitantes.
El Espectador, 30/09/1848
 
El reloj del Buen Suceso, que se encuentra en espectacion de retiro, parece se ha dado de baja, dejando sin saber la hora á los señores socios de la Puerta del Sol. No sabemos si el señor marqués de Santa Cruz seguirá en la idea de reemplazarle con otro nuevo como estaba proyectado, ó sí querrá obligarle á que continúe marcando el tiempo á su antojo, según tiene de costumbre.
La Esperanza, 30/09/1848
 
PARÁLISIS.—El antiguo reloj de la Puerta del Sol ha sufrido ayer un ataque paralítico de la mayor gravedad. Estaba apuntando las diez de la mañana, cuando sufrió una revolución tan violenta que se quedó en las mismas dos, sin que nadie acudiera á su socorro. Suplicamos que se le baje al Hospital de la casa, ó que se le dé de baja, reemplazándole con el que se nos ha prometido. 
El Clamor Público, 01/10/1848
 
Con la llegada de octubre llegan buenas noticias: ya falta poco.
 
 —¡Gracias á Dios!—Dentro de pocos dias veremos en la fachada del Buen Suceso el nuevo reloj, á cuya colocación se ha dado ya principio. Parece que la esfera es trasparente, debiendo iluminarse por el interior. Ademas ofrece la ventaja de tener dos agujas para que los concurrentes á la Puerta del Sol puedan distraerse de sus graves ocupaciones contando los minutos.
El Clamor Público, 03/10/1848
 
 Llegó el día de la inauguración que fue... un poco decepcionante.
 
Ya rige. Un gran número de curiosos se reunió anoche delante del Buen-Suceso para oír las primeras campanadas y ver iluminar la esfera del nuevo reloj; pero se llevaron chasco, pues aunque efectivamente á las seis y media empezó á señalar la hora, ni se vió luz alguna ni sonó la campana. Esto nada tiene, de particular si se atiende á que es necesario hacer muchas pruebes para que una máquina de esta clase quede bien nivelada y pueda seguir el movimiento sin interrupción. Es de creer que vencidas todas las dificultades, quede hoy satisfecha la curiosidad del público.
La España, 20/10/1848
 
NUEVO RELOJ. Anoche hemos visto iluminada por primera vez la esfera del reloj del Buen Suceso. El aspecto que presenta es magnifico. Si el gas que alimenta la luz interior, no está sujeto á intercadencías como de costumbre, creemos que la mejora es positiva, y que la agradecerá la población. Por lo demás, la esfera es lindísima y está formada con dos cristales unidos perfectamente, y raspados por la parte interior, á fin de que sean trasparentes, sin que pueda verse la máquina. Según hemos oído tiene de coste unos 12,000 rs. Ahora solo falta que el reloj acabe de ponerse al corriente, pues ayer le sucedía lo que un proverbio vulgar atribuye al de Pamplona, que apunta y no dá.
El Espectador, 20/10/1848
 
Ayer empezó á dar las horas el nuevo reloj del Buen Suceso; pero ademas de notarse aIguna irregularidad, especialmente la campana grande parece que trabaja á disgusto, pues apenas se la oye, siendo asi que es la misma que habia alli anteriormente. 
La Esperanza, 21/10/1848
 
 

Dalí, Lorca, Buñuel y otros en el Café Regina

1920. A la izquierda, la terraza del Café Regina en la calle de Alcalá
 
En la época de la Residencia de Estudiantes, Dalí se hizo asiduo del Café Regina y probablemente a través de él, Lorca y Buñuel también se hicieron asiduos. En su libro autobiográfico 'La Vida Secreta de Salvador Dalí' que ilustró con numerosos dibujos, cuenta: 

sentado en la terraza del café Regina y bebiendo tres cinzanos con aceitunas, me dediqué a contemplar en la compacta multitud de mis espectadores que pasaban ante mí, todo el futuro que el público anónimo ya tenía reservado para mí en el bullicio de sus actividades diarias.
Dalí, Salvador: The Secret Life of Salvador Dalí. New York. 1942.

Dalí comenzó a escribir el libreto para una opera, titulada Être Dieu, junto a Lorca una tarde en el Café Regina, pero el proyecto no prosperó porque a pesar de la insistencia de Dalí en días posteriores, Lorca mostró falta de interés. Dalí lo contó en el prólogo de su novela 'Rostros ocultos' que jamás se publicó íntegra en España a causa de la censura. La novela, homenaje nada secreto a Lorca, apareció originalmente en francés.

En 1927, sentado un día al sol de primavera en la terraza del café Regina de Madrid, el malogrado poeta Federico García Lorca y yo tuvimos juntos la idea de una ópera (...) El día que me llegó en Londres la noticia de la muerte de Lorca, que había sido víctima de la ciega historia, me dije a mí mismo que debería hacer sólo nuestra ópera. Mantengo la firme resolución de realizar un día este proyecto, al llegar a mi madurez.
Dalí, Salvador: Visages Cachés, 1943.

Luis Buñuel, a quien le encantaba disfrazarse, contó en su libro de memorias 'El último suspiro' una gamberrada que hizo con Lorca a las puertas del Café Regina: 

de obrero me disfracé con Federico, y anduvimos por todas partes. Me acuerdo que nos tropezamos con Melchor Fernández Almagro y con José de Ciria y Escalante —¿te acuerdas de Ciria?—, que salían del café Regina, y nos tropezamos duro con ellos. Yo le di un empujón a Melchor, y empezamos a insultarles: «Estos cochinos señoritos que no saben a dónde van». No nos conocieron. ¡Que no se conocieran Melchor y Federico! ¡Es fenomenal eso de disfrazarse! Me he disfrazado de todo [...] Pero eso no es nada al lado de las cosas que hacían Federico y Dalí. Entre otras cosas, lo que les gustaba era estafar a los sudamericanos. A los diplomáticos. Les pegaban unos sablazos como de, por ejemplo, cien o doscientas pesetas. Y echaban a correr.
Buñuel, Luis: Mon dernier soupir, 1982.

El Regina era un café de tertulias. Entre otros, tuvieron allí su tertulia Manuel Azaña, Unamuno, el pintor Julio Romero de Torres y Valle-Inclán. Max Aub dijo: fui durante trece años al café Regina casi todas las tardes que estaba en Madrid. Valle-Inclán, a quien todavía le quedaba un brazo para otra bronca, provocó un incidente en 1922.

En la terraza del café Regina se desarrolló anteanoche un incidente personal entre el redactor de «Eí Imparcial», Joaquín López Barbadillo, y el conocido novelista D. Ramón del Valle Inclán. Se produjo el incidente por haberse levantado de su silla Barbadillo y ocuparla Valle Inclán, al creerla desocupada. Al volver el periodista a su asiento, Valle Inclán, que conocía la propiedad de aquél, se negó a abandonarla y se produjo en tonos muy descompuestos, que fueron contestados en !a misma forma por el conocido revistero taurino. Va!le Inclán !evantó el bastón y lo descargó sobre Barbadillo, causándole una ligera herida en la cabeza. Barbadillo se limitó a sujetar a su agresor, hasta que los amigos de uno y otro pusieron término al incidente. Barbadillo fué curado en su casa, y la Policía tomó el nombre de Valle Inclán para que declare ante el juez que ha de entender en este desagradable asunto.
La Libertad, 27/05/1922

"Don Ramón del Valle-Inclán at a table in front of the Café Regina". The New York Times. 01/01/1922.

También acudían al café señoritas de "sonrisas de alquiler", aunque a veces las sonrisas se tornaban lanzas:

En el café Regina se promovió anoche un formidable escándalo, del que fueron protagonistas dos señoritas asiduas concurrentes nocturnas al mencionado establecimiento. Por no sabemos qué causas, las protagonistas, después de insultarse, se acometieron violentamente, gulpeándose con furia. El escándalo que se produjo fué enorme. El servicio cayó al suelo, haciéndose añicos. Los parroquianos se pusieron en pie en las sillas para presenciar la pelea de las dos jóvenes. Intervino el personal de la casa, que logró separar a las belicosas damas. De momento quedó restablecido el orden; pero a los pocos instantes nuevamente se acometieron, y ambas rodaron por el suelo agarradas del pelo. Una de ellas se hirió y la otra fué victima de un fuerte ataque de nervios. Las dos muchachas resultaron lesionadas y quedaron con los vestidos hechos jirones. El escándalo duró varios minutos y fué “la comidilla” de la clientela durante toda la noche.
El Liberal, 07/06/1929

Entre la heterogénea clientela del Regina había toreros y ganaderos. Relacionadas con este café se recuerdan dos historias taurinas que tuvieron desenlaces muy diferentes.

El 23 de enero de 1928, mientras el torero Diego Mazquiarán Fortuna caminaba por la Gran Vía, se encontró con un toro que llevaba escapado desde el Paseo de la Virgen del Puerto y había corneado ya a varias personas. Se enfrentó a él con un estoque que mandó traer de su casa, y su abrigo, y consiguió matarlo. Los transeúntes, que habían pasado muchos minutos de pánico, vitorearon al torero. Por este hecho le concedieron la Cruz de la Orden Civil de la Beneficencia.

En estas manifestaciones se distinguieron las dependientas, guapísimas todas, de una casa de modas de la Gran Vía, que pidieron al diestro que cortara la oreja del toro. Fortuna la cortó, por complacer a las muchachas, y luego de expresarles su gratitud, trato de retirarse; pero se vió rodeado por una verdadera avalancha de gente, que lo levantó en vilo y lo paseó triunfalmente por las calles. Fortuna logró desasirse de sus admiradores y entró en el café Regina, donde tuvimos el gusto de saludarle y felicitarle por su hazaña. Luego nos refirió modestamente:
[...] hice lo que cualquiera en mi caso hubiese hecho. Mandé que me trajeran un estoque y maté al toro para evitar nuevas desgracias.
Heraldo de Madrid, 23/01/1928

Fortuna entra a matar en la Gran Vía

Enrique Cano Gavira fue un torero de Cartagena que no había llegado todavía a destacar, vivía de su oficio con apreturas y su mujer estaba embarazada. Un día que entró en el Regina estaba dispuesto a "darlo todo" por mejorar su situación.

Gavira se había levantado el domingo a la hora de costumbre, y después de asearse salió a la calle. Se sirvió en una peluquería, y entró en el café Regina, de donde era un parroquiano habitual. Algún amigo hubo de reprocharle cariñosamente: «Hombre, toreando esta tarde, no debías estar aqui!» Y él respondió: «Mi oficio es torear, y aunque yo esté aquí ahora, esta tarde saldré a la plaza a ganar ocho o nueve corridas o una cornada. ¡Todo menos seguir así!»
La Correspondencia Militar, 05/07/1927

Aquella misma tarde Gavira murió en la plaza antigua de Madrid por una cogida al entrar a matar al toro "Saltador".