Dalí, Lorca, Buñuel y otros en el Café Regina

1920. A la izquierda, la terraza del Café Regina en la calle de Alcalá
 
En la época de la Residencia de Estudiantes, Dalí se hizo asiduo del Café Regina y probablemente a través de él, Lorca y Buñuel también se hicieron asiduos. En su libro autobiográfico 'La Vida Secreta de Salvador Dalí' que ilustró con numerosos dibujos, cuenta: 

sentado en la terraza del café Regina y bebiendo tres cinzanos con aceitunas, me dediqué a contemplar en la compacta multitud de mis espectadores que pasaban ante mí, todo el futuro que el público anónimo ya tenía reservado para mí en el bullicio de sus actividades diarias.
Dalí, Salvador: The Secret Life of Salvador Dalí. New York. 1942.

Dalí comenzó a escribir el libreto para una opera, titulada Être Dieu, junto a Lorca una tarde en el Café Regina, pero el proyecto no prosperó porque a pesar de la insistencia de Dalí en días posteriores, Lorca mostró falta de interés. Dalí lo contó en el prólogo de su novela 'Rostros ocultos' que jamás se publicó íntegra en España a causa de la censura. La novela, homenaje nada secreto a Lorca, apareció originalmente en francés.

En 1927, sentado un día al sol de primavera en la terraza del café Regina de Madrid, el malogrado poeta Federico García Lorca y yo tuvimos juntos la idea de una ópera (...) El día que me llegó en Londres la noticia de la muerte de Lorca, que había sido víctima de la ciega historia, me dije a mí mismo que debería hacer sólo nuestra ópera. Mantengo la firme resolución de realizar un día este proyecto, al llegar a mi madurez.
Dalí, Salvador: Visages Cachés, 1943.

Luis Buñuel, a quien le encantaba disfrazarse, contó en su libro de memorias 'El último suspiro' una gamberrada que hizo con Lorca a las puertas del Café Regina: 

de obrero me disfracé con Federico, y anduvimos por todas partes. Me acuerdo que nos tropezamos con Melchor Fernández Almagro y con José de Ciria y Escalante —¿te acuerdas de Ciria?—, que salían del café Regina, y nos tropezamos duro con ellos. Yo le di un empujón a Melchor, y empezamos a insultarles: «Estos cochinos señoritos que no saben a dónde van». No nos conocieron. ¡Que no se conocieran Melchor y Federico! ¡Es fenomenal eso de disfrazarse! Me he disfrazado de todo [...] Pero eso no es nada al lado de las cosas que hacían Federico y Dalí. Entre otras cosas, lo que les gustaba era estafar a los sudamericanos. A los diplomáticos. Les pegaban unos sablazos como de, por ejemplo, cien o doscientas pesetas. Y echaban a correr.
Buñuel, Luis: Mon dernier soupir, 1982.

El Regina era un café de tertulias. Entre otros, tuvieron allí su tertulia Manuel Azaña, Unamuno, el pintor Julio Romero de Torres y Valle-Inclán. Max Aub dijo: fui durante trece años al café Regina casi todas las tardes que estaba en Madrid. Valle-Inclán, a quien todavía le quedaba un brazo para otra bronca, provocó un incidente en 1922.

En la terraza del café Regina se desarrolló anteanoche un incidente personal entre el redactor de «Eí Imparcial», Joaquín López Barbadillo, y el conocido novelista D. Ramón del Valle Inclán. Se produjo el incidente por haberse levantado de su silla Barbadillo y ocuparla Valle Inclán, al creerla desocupada. Al volver el periodista a su asiento, Valle Inclán, que conocía la propiedad de aquél, se negó a abandonarla y se produjo en tonos muy descompuestos, que fueron contestados en !a misma forma por el conocido revistero taurino. Va!le Inclán !evantó el bastón y lo descargó sobre Barbadillo, causándole una ligera herida en la cabeza. Barbadillo se limitó a sujetar a su agresor, hasta que los amigos de uno y otro pusieron término al incidente. Barbadillo fué curado en su casa, y la Policía tomó el nombre de Valle Inclán para que declare ante el juez que ha de entender en este desagradable asunto.
La Libertad, 27/05/1922

"Don Ramón del Valle-Inclán at a table in front of the Café Regina". The New York Times. 01/01/1922.

También acudían al café señoritas de "sonrisas de alquiler", aunque a veces las sonrisas se tornaban lanzas:

En el café Regina se promovió anoche un formidable escándalo, del que fueron protagonistas dos señoritas asiduas concurrentes nocturnas al mencionado establecimiento. Por no sabemos qué causas, las protagonistas, después de insultarse, se acometieron violentamente, gulpeándose con furia. El escándalo que se produjo fué enorme. El servicio cayó al suelo, haciéndose añicos. Los parroquianos se pusieron en pie en las sillas para presenciar la pelea de las dos jóvenes. Intervino el personal de la casa, que logró separar a las belicosas damas. De momento quedó restablecido el orden; pero a los pocos instantes nuevamente se acometieron, y ambas rodaron por el suelo agarradas del pelo. Una de ellas se hirió y la otra fué victima de un fuerte ataque de nervios. Las dos muchachas resultaron lesionadas y quedaron con los vestidos hechos jirones. El escándalo duró varios minutos y fué “la comidilla” de la clientela durante toda la noche.
El Liberal, 07/06/1929

Entre la heterogénea clientela del Regina había toreros y ganaderos. Relacionadas con este café se recuerdan dos historias taurinas que tuvieron desenlaces muy diferentes.

El 23 de enero de 1928, mientras el torero Diego Mazquiarán Fortuna caminaba por la Gran Vía, se encontró con un toro que llevaba escapado desde el Paseo de la Virgen del Puerto y había corneado ya a varias personas. Se enfrentó a él con un estoque que mandó traer de su casa, y su abrigo, y consiguió matarlo. Los transeúntes, que habían pasado muchos minutos de pánico, vitorearon al torero. Por este hecho le concedieron la Cruz de la Orden Civil de la Beneficencia.

En estas manifestaciones se distinguieron las dependientas, guapísimas todas, de una casa de modas de la Gran Vía, que pidieron al diestro que cortara la oreja del toro. Fortuna la cortó, por complacer a las muchachas, y luego de expresarles su gratitud, trato de retirarse; pero se vió rodeado por una verdadera avalancha de gente, que lo levantó en vilo y lo paseó triunfalmente por las calles. Fortuna logró desasirse de sus admiradores y entró en el café Regina, donde tuvimos el gusto de saludarle y felicitarle por su hazaña. Luego nos refirió modestamente:
[...] hice lo que cualquiera en mi caso hubiese hecho. Mandé que me trajeran un estoque y maté al toro para evitar nuevas desgracias.
Heraldo de Madrid, 23/01/1928

Fortuna entra a matar en la Gran Vía

Enrique Cano Gavira fue un torero de Cartagena que no había llegado todavía a destacar, vivía de su oficio con apreturas y su mujer estaba embarazada. Un día que entró en el Regina estaba dispuesto a "darlo todo" por mejorar su situación.

Gavira se había levantado el domingo a la hora de costumbre, y después de asearse salió a la calle. Se sirvió en una peluquería, y entró en el café Regina, de donde era un parroquiano habitual. Algún amigo hubo de reprocharle cariñosamente: «Hombre, toreando esta tarde, no debías estar aqui!» Y él respondió: «Mi oficio es torear, y aunque yo esté aquí ahora, esta tarde saldré a la plaza a ganar ocho o nueve corridas o una cornada. ¡Todo menos seguir así!»
La Correspondencia Militar, 05/07/1927

Aquella misma tarde Gavira murió en la plaza antigua de Madrid por una cogida al entrar a matar al toro "Saltador".



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